Tobías Wolff: Entre la memoria y la ficción

Por Sebastián Basualdo

Agosto, 2020

Este autor norteamericano nos da sus impresiones sobre la vida, el origen de sus intrigas narrativas. Sebastián Basualdo, nos abre un camino al diálogo con este con este gran narrador norteamericano nacido en Alabama. Una entrevista de cuento a cuento.

Sebastián Basualdo: ¿Me gustaría que hablemos de la admiración. Me pregunto si usted piensa que la admiración en su obra es significativa. Estoy pensando en su relación con Dwight?

Tobías Wolff: Mi admiración por Dwight era muy poca. Y de hecho fue la ausencia de respeto por él que me permitió sobrevivirlo. Si él me importara o si me importara lo que pensaba sobre mí, podría haberme causado mucho más daño de lo que en realidad me causó. Pero tenés razón, a veces una influencia muy poderosa es aquella en la que uno dice: eso es lo que no quiero hacer, yo no quiero ser así. Pero volviendo a la cuestión de la influencia, creo que fui salvado por mi admiración hacia algunas personas que conocí porque me mostraron otra manera de ser, distinta del ejemplo que veía en mi casa. Y los escritores que leí cuando joven. Cuando era joven yo leía mucho a Jack London y hasta cambié mi nombre a Jack por eso. Y después Ernest Hemingway... Yo todavía me acuerdo de cuando descubrí “El Guardián entre el Centeno”, tenía 15 años y esa fue una enorme influencia para mí. Escuchar una de esas voces que podría haber salido de uno de mis amigos o de la gente de mi alrededor. Y de hecho, cuando lo leí yo estaba en una escuela muy parecida a la que Salinger describe en el libro. La experiencia de admiración es liberadora. Te da otra manera de ver las cosas, otra manera de “querer ser” y te permite ver quién sos con más objetividad. Siempre necesitamos estar en otro lugar para poder vernos. No nos podemos ver desde donde estamos. Tenemos que estar en otro lado para poder vernos a nosotros mismos. Para mí esa es una de las bendiciones de la literatura, que te da un lugar para estar fuera de vos mismo. Leer es el portal que te permite ir a otro lugar. Podés ver otras posibilidades en el mundo que solo podrías imaginar, otras maneras de ser. La literatura logra eso de una manera que ninguna otra forma de arte llega a lograr. Permite a una persona cultivar la capacidad de empatía porque está construida en la vida interior de los personajes, la gente de quien trata. Cuando uno ve una película observa lo que hacen y lo que dicen, uno forma una opinión de cómo serán esas personas pero no tiene entrada al alma de una persona, su manera de ser. Por ejemplo en Guerra y Paz, Pierre parecería ridículo si no supiéramos lo que sentía, en qué pensaba, sus amores, desilusiones, las esperanzas por las cuales vivía. Esas son cosas difíciles de poner en una imagen. Ninguna otra forma de arte nos trae tan adentro de la vida de una persona como la literatura.

SB: ¿Podemos hablar de la etiqueta que se le indilga de ser un autor  autobiografíco?

TW: Para decirte la verdad, eso no es algo que se dice de mi en los Estados Unidos. Tal vez es algo que sucede acá. Pero yo trato de ignorar todo tipo de etiqueta que se me atribuye, o cualquier  escuela  literaria. No me parece ser algo que ayude. El poeta William Blake escribió en lo márgenes de un libro: “Todo conocimiento es conocimiento particular. Generalizar es ser un idiota”. Y yo vivo según esas palabras. Los escritores de ficción deben vivir así porque no pueden tratar la humanidad en lo general. Lo tienen que hacer siempre en lo particular y si me permite hacerme el grandioso acá, creo que eso es la ruina de la existencia humana, nuestra tendencia a generalizar a otras personas, a otras creencias, otras razas, y aprisionar a las personas juntas en una manera de ser. Los escritores más que todos deberían respetar las diferencias y  particularidades. Así que yo rechazo eso. En realidad trato de ni siquiera pensarlo; porque si rechazo de alguna manera ya estoy pensando en eso. Básicamente trato de ignorarlo.

SB: ¿Dónde estaría la frontera entre la memoria y la ficción?

Cuando uno escribe algo que lo define como una memoria o autobiografía entonces creo que está moralmente obligado a decir lo que sucedió de la mejor manera que uno pueda acordarse. Y no decir que sucedieron cosas que realmente no sucedieron. Eso es un tipo de verdad, una verdad subjetiva, totalmente. Por ejemplo, cuando uno se junta con la familia en Navidad o Acción de Gracias y empieza a hablar de algo que pasó hace 10 años, uno tiene una memoria muy vívida de todo y contás la historia de lo que pasó y la gente mira y dice: “Qué? No, no, no, fue así...” Y solo puede ser así porque, si lo pensás, sos siempre el actor protagonista en cada una de tus recuerdos. Sos el actor protagonista y la cámara. Y así es para cada uno en su propio recuerdo. Ellos vieron el evento desde una perspectiva diferente y están perplejos en descubrir que en tu película del evento ellos no tienen ni siquiera un rol como extra. Pero en sus mentes y en sus recuerdos eran ellos los protagonistas. Entonces todos estamos en diferentes lugares/situaciones en relación a un evento así que necesariamente nos vamos a acordar de ellos de manera diferente. Pero sí creo que uno tiene la obligación de contar de la manera más verdadera que pueda acordarse. Y creo también que hay que hacer una distinción entre alguien que sabe que está simplemente inventando, como James Frey por ejemplo, “En mil pedazos”. El inventó que estuvo en prisión cuando no estuvo y es su memoria, ¿no? No, era ficción. Y la gente con razón se enojó por ser engañada. Lo único que tenía que hacer era ponerle “novela” en la tapa y estaría todo bien. Y para usar como contraste hay una novela corta que me encanta que se llama “So long, see you tomorrow” de William Maxwell. El ya murió y la escribió hace algo de 35 años atrás y creo que es un clásico, a pesar que desafortunadamente no es muy leído. Todos los escritores que conozco aman ese libro. Se dice ser una novela y sin embargo los hechos en la novela se aproximan mucho a su vida. Y me encanta eso sobre el libro. El inventó algunas cosas ahí, pero el podría haber ocultado y definir al libro como siendo de memorias, pero no, es un trabajo artístico, concebido desde la estética, introdujo eventos que no sucedieron, gente que no vivió, una situación que no ocurrió realmente y a veces el provoca al lector con la posibilidad de que esté escribiendo sus memorias. En un momento el dice: “esa novela... esas memorias o lo que sea, eso que estoy escribiendo...” pero uno sabe que él no está escribiendo sus memorias. Pero  puede decir eso porque la palabra novela está en la tapa del libro. Entonces uno puede hasta fingir que está escribiendo sus memorias si uno puede identificar el trabajo como ficción.

SB: Es también muy valiente definir como autobiográfico una historia que cuenta cosas, que uno quizá podría avergonzarse: como falsificar un cheque, fingir ser alguien que no es, y tantas cosas más. En su caso, ¿qué es lo que le hace decidir un libro de memorias o de ficción? Teniendo en cuenta que “Vida de este chico” se define como libro de memorias y “Vieja escuela” como libro de ficción, aunque pareciera que uno es la continuación del otro

TW: Me parece que el arco de eventos que describo en “Vida de este chico” generó una narrativa, una historia. Hubo un verdadera historia en esos eventos de un momento a otro. Yo no veía que mis años de escuela tuvieran ese carácter, pero yo quería escribir sobre, uso acá un cliché, mi “viaje interno”, así que “Vieja escuela” es una autobiografía en el sentido de describir mis luchas internas con mi vocación o mi sentido de vocación, mis influencias, mis ambiciones, mis ansiedades sobre clase, mis ansiedades sobre identidad. Todas estas cosas eran muy autobiográficas. Y también el ambiente en la escuela, el tipo de chicos que se hicieron mis amigos en la escuela, el tipo de vida que la escuela ofrecía. Todo eso es verdadero. Pero toda la estructura, como por ejemplo, Ayn Rand nunca vino a visitar la escuela, Hemingway nunca estuvo tampoco. Robert Frost, sí, vino pero no le presté mucha atención. Yo era dos o tres años más joven que mi narrador en “Vieja escuela”. Cuando vino Frost, yo era muy joven y  estaba sentado bien en el fondo. El jugó al “viejo poeta”, sin duda, medio que fingiendo no saber como lidiar con el micrófono... Era un “actor de si mismo” y un gran poeta, tal vez uno de los dos o tres más grandes poetas. Yo leí mucho sobre el para escribir el libro. Leí memorias personales de gente que lo conoció bien, sus opiniones. Leí sus cartas, todo eso... No hubo momento de preguntas y respuestas en el final de su charla y lectura pero eso ocurría normalmente cuando alguien visitaba la escuela, así que lo inventé todo eso. Y las palabras que puse como suyas no las dijo pero yo creo que si le hubieran preguntado, él hubiera dicho esas cosas que escribí porque corresponden a sus opiniones. Su impaciencia con la modernidad... había todo tipo de cosas que me parecieron muy interesantes en su actitud hacia la vida y pensé que yo podría expresarlas de forma maravillosa en su visita. Y la carta de Hemingway, por ejemplo, intenté encontrar su voz en ella. Yo leí mucho sobre Ayn Rand, ella era un monstruo, y eso me divirtió. Ellos hubieran sido así, creo yo, si hubieran ido Hemingway y Ayn Rand. Así que esas son estructuras de ficción. A mi me interesa encontrar una verdad respecto de los jóvenes, como forman sus identidades, sus vocaciones, como aceptan influencia y después la rechazan y sus ansiedades con respecto a  las clases. No se trata solo de mí, también de la gente a mi alrededor. Me interesa la verdad cuando escribo ficción tanto como cuando escribo memorias o no-ficción. Estoy por ejemplo escribiendo ahora un ensayo, y todas esas cosas apuntan y tienen como objetivo la verdad, pero simplemente se manifiestan de diferentes maneras. El tipo de etiqueta o categoría de literatura que pensé al principio que estábamos hablando como realismo sucio yo no tengo ningún interés en ese tipo de cosa, ni siquiera sé lo que significa. Realismo siempre lidió con la dura realidades de la vida humana, Daniel Defoe, Moll Flanders, historia de un “pickpocket” es eso realismo sucio? Porque si yo soy un representante del realismo sucio entonces también es Daniel Defoe, Anton Chejov, Shakespeare (King Lear en oposición a “El sueño de una noche de verano”), ¿cierto? Así que es un término totalmente sin sentido. Y lo mismo con el minimalismo, ¿qué es eso? es en realidad un término que fue usado en música por un tiempo, no tiene una real aplicación para la literatura, no creo. Si uno habla en usar una expresión “económica” para cosas complicadas entonces ¿Cortázar es un minimalista, Maupassant es un minimalista, otra vez Chejov es un minimalista?. Así que cuando uno empieza a mirar más de cerca esas etiquetas, todas ellas se disuelven y se muestran como sin sentido y peor que eso: dan a las personas la ilusión de entender algo en lo general cuando solo puede ser entendido en lo particular.

SB: En la identidad de sus personajes parece haber un cruce que se reitera: la mentira, la fábula, la actuación. ¿Podría decirse que su escritura es el resultado de esa misma mezcla?

TW: Sí, creo que es algo justo decir eso. Y no creo que yo sea el único... Pienso que todos nosotros cuando estamos creciendo e inclusive también como adultos estamos en esa lucha por encontrar un sentido en lo que somos, en como nos gustaría que nos vean y hasta como nos gustaría ser y la percepción de lo que somos. Y esas cosas a veces son difíciles de reconciliar y pueden llevarnos a una “pose” pero hay una virtud en eso porque uno solo puede ser, o llegar a ser, lo que uno puede imaginar ser. Si no podés imaginarte de una manera, no podés serlo. Así que la vida imaginaria lleva a la vida real de tal forma que uno va por esos pasajes donde te ves atrapado entre lo que fuiste y lo que quisieras ser y esa tensión, esa “tierra de nadie” es un territorio interesante para un escritor, pienso yo. Creo que esa es una de las razones por las cuales tantos escritores escriben sobre jóvenes. Hay muy pocas novelas sobre gente muy grande. Y es porque ellos ya son lo que son. Pero la gente joven está todavía negociando su lugar en el mundo, su realidad.