The queen’s gambit

Dirección Scott Frank (2020)

Por Juan Carlos Carvajal

Marzo, 2021

 

En Beth Harmon se enfrentan el genio y la locura, que buscan desbordarse para brillar. Quizás mejor, en ocasiones, caminan tomados de la mano, sin importar que puedan oscilar sin medida entre “El orgullo y la tristeza”.

 

Y es que, a Beth Harmon, el único universo que parece interesarle, la única realidad que le importa, es aquella que puede por completo controlar: la de un tablero de ajedrez. Es una suerte de demiurgo que puede determinar a plena voluntad el destino de aquel microcosmos de madera. Más aún, el tablero se extiende a cada rincón posible a ocupar en su mente, a la manera como bien lo escribiera Jorge Luis Borges en su poema Ajedrez:

 

“Cuando los jugadores se hayan ido,

cuando el tiempo los haya consumido,

ciertamente no habrá cesado el rito.”

 

 

 

Y es que, como lo mencionara Santo Tomás de Aquino: “Temed al hombre de un solo libro”. Esto me hace recordar a aquel enigmático Señor B, en la Novela de ajedrez, de Stefan Zweig. En ella, el mencionado personaje es un jugador capaz de vencer a un campeón ya que se ha enfrentado una y otra vez contra sí mismo, pues el ajedrez fue su única salida para poder burlar el encierro al que fue sometido por el Nazismo durante 4 largos meses. Así mismo, Beth recorre en su cabeza las interminables secuencias de posibles jugadas, alcanzando casi un estado alucinatorio, también propiciadas por sus excesos de tranquilizantes, alcohol, y soledad. Beth Harmon se enfrenta sin final contra sí misma, en un tablero en el que gira toda su vida y en donde la derrota es la peor de las frustraciones, pues representa una fractura en su búsqueda de la perfección.

 

Pero más allá de relatar la historia de Beth, la serie se ocupa de hacer una anatomía de los jugadores de ajedrez, con sus rituales, pasiones y temperamentos. En cada una de las escenas se respira la fascinación por el juego, que puede evidenciarse en la rigurosidad de las documentaciones. Cada una de las partidas fue asesorada por Kaspárov y aunque estuviesen fuera de campo, eran jugadas. Si bien la obra se toma las licencias otorgadas por tratarse de un personaje de ficción, se mencionan jugadores de ajedrez reales como Alekhin y Capablanca y momentos históricos reales como el Macartismo y la guerra fría están claramente bien representados. Se habla incluso de que la misma Beth Harmon corresponde al enigmático Bobby Fischer, quien venció al campeón mundial Boris Spasski en el llamado “encuentro del siglo”.

 

 

 

Y es que, en efecto, Harmon recuerda a aquel niño de la película Searching for Bobby Fischer, a quien tanto cuestionaban por poner en alto riesgo a su dama desde el principio de las partidas. La jugadora es agresiva, impulsiva y encuentra en la improvisación su mejor ataque, pues como una artista, obedece a su intuición. Resulta claro cómo el ajedrez puede hacer radiografía del carácter y en los movimientos puede hacerse no lectura de una técnica sino de la vida misma. Es tal el acierto de la serie: es la representación misma de una pasión y en tal medida, y en común consenso al que muchos críticos han llegado, Gambito de dama bien puede considerarse una gran victoria.