¿Si no eres racista color pa´ que? 

Por Denice Valencia Martínez*

Julio, 2024

 

 

Llegó el día tan anhelado ¡Por fin logré pasar! este año si haría parte del taller de literatura facilitado por Idartes. Este sábado 15 de julio 6:30 am empecé a luchar con el cansancio crónico que me produce la fibromialgia (enfermedad que se caracteriza por un dolor muscular crónico de origen desconocido, acompañado de una sensación de fatiga y otros síntomas. Recibí dicho diagnostico el año pasado). Logre superarla y llegue puntualmente al Sena de la 30, lugar donde se va a desarrollar este interesante taller. Cuando llegue ya había un par de personas y obviamente Diana Pachón facilitadora del taller, quien cuando escucho que le estaba diciendo al vigilante para donde iba, realizó contacto visual conmigo, me acerqué donde ella estaba ella me llamo por mi nombre, cosa que me lleno de felicidad se nota que ella había realizado un ejercicio juicioso de aprender cada uno de nuestros nombres.

 

Era el tiempo del receso me dirigí hacia la oficina en donde amablemente la funcionaria del Sena guardó mi maleta, ella me dijo tu maleta es una de color morado le respondí es cierto, al lado mío se encontraba un participante a quien no se le había preguntado el color de su maleta , pero más sin embargo me mira y con risa burlona le dice a Diana la mía es de color negro, se debe tener consciencia ETNICO RACIAL para lograr percibir el racismo que esta tan naturalizado en la cotidianidad, muchos piensan que estamos desposeídos de humanidad, que somos de otro planeta, esa ignorancia ha costado muy caro a las personas que producen demasiada melanina, incluso hemos pagado con nuestra vida. Llegó a mi memoria el caso de mi amigo a quien le llamábamos “Pipi”, vivía en la Cali RACISTA, yo tenía aproximadamente 11 años de edad, éramos una gallada de unos 8 niños y niñas con edades similares , un día Pipi desapareció, durante años salimos a las calles a buscarlo, pegamos afiches , era único hijo , su madre perdió el trabajo debido a las ausencias laborales, ella lo buscaba de día y de noche, su marido la dejó y finalmente ella enloqueció y terminó hospitalizada en una clínica psiquiátrica. Más o menos 20 años después mataron a uno de los sicarios del barrio Saavedra Galindo, entonces un par de chicos de la gallada confiesan que este tipo había cegado la vida de Pipi con un disparo a sangre fría, antes de tirar del gatillo dijo: “quiero saber que se siente matar a un negro”.

 

¡Cuánto dueles racismo, como nos quiebras el alma!

 

Estando en las casetas me tome un tinto cargado. La fibromialgia quería hacer su aparición de nuevo, pensaba cual de tantas anécdotas quería contar.

 

Recordé que cuando vivía en Medellín más o menos en el año 2010 presté mis servicios para la clínica león XIII pegadita a la estación del metro, una noche larga de turno me encontraba en el cuarto piso con mi compañera Auxiliar de Enfermería, nos dividimos los pacientes a la mitad para ser equitativas, el protocolo de la clínica nos exigía presentarnos con nombre y apellido a los pacientes, eso lo hacíamos normalmente a las 7pm. Ocurrió que a eso de las 10:00 pm, activaron el código azul, era la señal de que se había presentado una emergencia, entonces mi compañera y el medico de turno se desplazaron hacia el primer piso para brindar apoyo , yo continúe en el cuarto piso, ahora tenía a cargo los pacientes de mi compañera , minutos después una de las pacientes de mi compañera empieza a pedir ayuda tocando el timbre, sin pensarlo dos veces acudí a la habitación, como ella no me conocía porque no era de mis pacientes, me identifique de la siguiente manera: Buenas noches mi nombre es Denice Valencia Martínez, soy la enfermera que está del otro lado del pasillo, ¿en qué le puedo ayudar? ella me contesto muy enojada preguntando ¿en dónde está la enfermera de pelo rubio que se me presentó en la entrega de turno? (es importante aclarar que mi compañera logró un tono de rubio casi perfecto gracias a las bondades que ofrecen los tintes para el pelo.

 

En las islas Salomón, ubicada en el estado de Papua Nueva Guinea, por una mutación genética en el pelo dicen los expertos niños mal llamados negros nacen con el pelo naturalmente rubio, parece una cascada de oro). 

 

Le respondí “ella se encuentra atendiendo una emergencia, en que le puedo ayudar”. Ella de manera vulgar e irrespetuosa me grito: “váyase de aquí, negra hijueputa, a mí no me gustan los negros”. Traté de respirar profundo, no entendía como esta señora con media pierna podrida (Ulcera varicosa, según el médico), pudiera soportar el dolor para no ser atendida por mí. El racismo embrutece al ser humano.

 

¿Acaso la vocación y el deseo de ayudar tienen un color de piel? lo esencial es invisible a los ojos a veces el ser humano se engaña por la ignorancia. Pienso que cuando me llaman negra me dejan sin territorio: yo desciendo del continente africano, neogranadina no existe, no la veo en el mapamundi, existen muchas personas de piel oscura que no lo han entendido a ellos se le llama tío Tom hace alusión al africano esclavizado en la casa el con tal de que no lo enviaran a las plantaciones de caña y algodón se dejaba llamar negro y era enemigo de sus paisanos, bueno este tema da para muchos libros.

 

Aturdida, enojada y entre lágrimas me senté en la estación de enfermería a redactar lo que había sucedido estaba codificado como evento adverso, llegaron el médico y mi compañera enfermera lamentaron lo sucedido, esta noche particularmente se me hizo eterna. A las siete de la mañana por fin podía marcharme a la casa, nunca había anhelado estar en un lugar seguro como esa noche, volvería a turno a los dos días siguientes.

 

De nuevo en turno llegue a la clínica faltado un cuarto para las siete de la mañana, la jefe se me acercó y me dijo: “te toco la paciente estrella”, la recordé de inmediato, era la racista, la que me dijo “váyase de aquí, negra hijueputa”. No objeté nada, en ese momento deseé algún mal que me incapacitara. Era tan fuerte el golpe de volver a ver que prefería mi propio daño, una circunstancia adversa, un temblor o que me diera un sincope repentino. No pude escapar de mi destino, a las siete en punto me presente ante la paciente racista tal cual como me lo indicaba el protocolo , yo hice de cuenta que nunca había cruzado palabra con el extraño ser, le realice la curación en su pierna fétida llena de fluidos infectados , le administré la morfina, la metoclopramida y faltando unos pocos minutos para que terminará el torturante turno le dije : recuerde que mi nombre es Denice Valencia Martínez, voy a entregar turno ahorita y luego viene otra enfermera que se encargará de usted durante la noche.

 

Me enviaron al octavo piso, me ordenaron cuidar a los pacientes aislados por el virus H1N1. Sucedió que se acabaron algunos insumos como gasas, jeringas entre otras. Entonces la enfermera profesional, me pidió que fuera al cuarto piso para que me hicieran un préstamo de dichos materiales. Cuando iba llegando a la estación de enfermería del cuarto piso. Alcance a observar a la paciente racista. Ella estaba realizando una llamada del teléfono público, cuando me vio empezó a llamarme decía: “enfermera, enfermera" llena de asco y con el estómago revuelto yo me hice la loca como que no era conmigo, las manos me sudaban me llené de ansiedad, miedo, incertidumbre. ¿Ahora con que ira a salir? ¿Qué estaré pagando Dios mío? yo no le hice caso seguí mi camino de hecho aligeré el paso, ella no se dio por vencida, la señora mestiza, llena de arrugas y caquéxica apoyada en su bastón, insistente cojeaba detrás de mí y se esforzaba en alcanzarme, me detuve en la estación de enfermería, cuando entablaba un dialogo con el enfermero del piso, me sorprendió la paciente racista estaba detrás de mí, me pregunto: ¿en dónde la tienen que no la he vuelto a ver? Agrego: “le estoy guardando unas frutas” pensé me va a envenenar con esas frutas. Le respondí "me enviaron al octavo piso con los pacientes aislados, solo vine por unos insumos", me dijo "venga acompáñeme le entrego las frutas". Le seguí la corriente, necesita salir rápido de esa situación, la acompañé a la habitación y le recibí las frutas porque me enseñaron que era un acto de mala educación no recibir “regalos”.

 

Cuando llegue al piso que me habían asignado bote las frutas a la basura con remordimiento, porque "es pecado botar la comida" decía mama. Me gano la desconfianza, desde niña ENTENDI que el racista es capaz de matar.

 

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*Denice Valencia Martínez

1980. Cali, Valle del Cauca

Denice escribía canciones en la niñez y soñaba con ser cantante. De adulta estudió enfermería y, hace pocos meses, retomó la escritura que la conmovía en la infancia, esta vez a través de cuentos y relatos de vida. Hoy transita una etapa de reconexión consigo misma, cuidando de su salud física y mental, siempre acompañada por su inseparable gato Emilio. Su pluma es ahora refugio, testimonio y acto de resistencia.

 

 

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