Saberes ancestrales que construyen camino hacia la paz
Por Andrea Shide
Abril, 2021
En tiempos de incertidumbre, cuando los grandes sistemas ideológicos colapsan y dejan tras de sí un panorama de carencia y desolación, algunos vuelven sobre la pregunta del origen y a partir de allí, construyen nuevos caminos para el desarrollo personal y la reconciliación colectiva.
Es el caso de Nesli Becerra, una mujer de ascendencia indígena nacida en el municipio de Quinchía, Risaralda, quien hace más de diez años decidió hacer un alto, recuperar las memorias y saberes de sus ancestros y emprender un camino de auto transformación, junto al conocimiento que ha tocado la vida de cientos de personas, dentro y fuera del país.
Su historia es inspiradora; cuando entendió el sentido de su camino, abandonó la seguridad de un matrimonio en el que no se sentía plena como persona para empezar desde cero en Bogotá. Enfocada en su conexión con ella misma y el Gran Espíritu.
Allí conoció a su actual pareja, un hombre que la apoyó plenamente en su misión espiritual y con quien confirmó que el verdadero amor es compromiso total de crecimiento y respeto mutuo.
Con él fundó el territorio ancestral de Kumyama, en las cercanías a Tena, Cundinamarca y regresó a su natal Quinchía en Risaralda para mantener viva la voz de su tradición. En estos territorios ha recibido a quienes se sienten convocados por la búsqueda del sentido profundo de la existencia, la protección de la naturaleza y el compromiso con el cambio social.
La abuela Nesli es la raíz de una comunidad sin jerarquías, pero sí con propósito, en la que se aporta desde lo que sabe y lo comparte en los encuentros, rituales e iniciativas que impulsa.
Algunos, se quedan en el territorio y apoyan con el cuidado de la tierra, la preparación de los elementos y la acogida de los que pasan por allí. Otros vienen de lejanas latitudes para compartir sus saberes y reconocer unos nuevos. Todos los días llegan y se van personas con historias y aprendizajes muy diversos que en la cocina de la abuela se conversan, comparten y activan su potencial transformador.
En las montañas de Tena, Cundinamarca, en la región del Tequendama, se ubica el epicentro de este movimiento, sostenido por un rezo y fuego que no se apaga nunca, alrededor de los cuales se comparten medicinas, cantos, historias y experiencias que recuperan la herencia de nuestros pueblos indígenas y los de todo el continente.
Este territorio representa el punto de partida y de llegada de la abuela, en un viaje que comenzó con un cuestionamiento radical a su ser, la sociedad y su familia, la cual la trajo desde el eje cafetero hasta el corazón de las tierras muiscas.
Desde entonces no ha parado. Además de acompañar procesos de limpieza de útero con plantas ancestrales para personas y grupos de todas las edades, participa en la fundación del Consejo de Abuelas de Colombia, del que es miembro desde 2013.Sostiene el rezo del agua activando las memorias de las lagunas sagradas muiscas (Tena-guazá; Bagüe, la laguna de Ubaque, el cerro del Maxhuy en Cota; Guatavita, la laguna de Fúquene, el Páramo de Chingaza), trabaja de la mano con la comunidad en la defensa del Río Blanco en territorio Cumanday, en Manizales, Caldas y sostiene un provechoso intercambio con abuelos maya en México.
Esta labor se ha gestado a partir de la invitación de grupos y personas de la región que, con la orientación de la abuela, realizan rituales, concentraciones y círculos de palabra en torno al poder del agua y el respeto a la naturaleza que tienen lugar en diferentes momentos del año.
Este proceso, personal y colectivo al mismo tiempo, ha tenido como efecto el descubrimiento, reencuentro con tradiciones y lenguas que se consideraban extintas, como la cultura umbra. En la búsqueda por el origen la abuela Nesli se descubre hija de este pueblo, una de las 27 tribus que vivían en la provincia de Anserma y que al parecer fueron trasladados, primero a la zona de Quinchía y Riosucio como mano de obra en la explotación de las minas de Picará y Mápura, y luego, en 1627, a la Vega de Supía.
De acuerdo con Caicedo (2013) a finales del siglo XVIII varias familias del resguardo de la Montaña crearon la comunidad de Escopetera Pirza, donde reapareció la pista de los Umbra en 1990.
En 1998 Guillermo Rendón de la Universidad de Caldas lideró una investigación, publicada para el libro La Lengua Umbra (Rendón, 2011), que trajo a la luz esta herencia e impulsó el reconocimiento de la diversidad cultural de los pueblos indígenas de la región. Siguiendo las huellas de su estirpe en 2016 la abuela impulsa la apertura de la comunidad Guakuma, de retorno al origen Umbra, en zona rural del municipio de Quinchía, que junto a Kumyama se constituyen hoy en nodos de un tejido donde lo espiritual, histórico-cultural, social y político hacen un mismo hilo.
Iniciativas como estas dan cuenta de las múltiples posibilidades de trabajo y transformación, que anuda el crecimiento personal al desarrollo social y colectivo para encontrar, para recordar como diría la abuela, nuevos caminos hacia la paz y la sanación.
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Referencias