Foto: Quira Medios
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Muiscas del renacer y muiscas de la diáspora,

un proceso de reconstrucción cultural inacabado

Por Cesar Sánchez León*

Agosto, 2025

 

 

Agradezco primero a Quira Medios especialmente a Edgar Rodríguez por su amable invitación a escribir a este importante medio de comunicación alternativa, estas iniciativas desde lo comunitario hacia lo comunitario son la base de una democracia comunicativa.

 

En su invitación me sugieren abordar el tema de la importancia de la cultura muisca para Bogotá, y claro, podría extenderme dedicando el escrito a la memoria hidrocultural, la espiritualidad del cuidado y no daño de la cultura de estos pueblos ancestrales, sin embargo me tomé el atrevimiento de polemizar positivamente y con su permiso, acerca de las realidades organizativas de este pueblo indígena que tuvo la desgracia de ser sede del centro de poder de la Nueva Granada. 

 

Con ese objetivo describiré algunos de sus momentos y actores, así como algunas contradicciones en su proceso e impacto en la sociedad en general, los posibles escenarios de resolución e impactos positivos que tendrían en el territorio de la ciudad y región.

 

Los muiscas del renacer o Obafinsuka

 

1991 y 1992 acontecieron en una conjunción histórica muy significativa para los pueblos indígenas del país: el logro de una nueva Constitución, que brindaba derechos como el reconocimiento y participación política a los pueblos indígenas, a la vez que en todo el continente se conmemoraban los 500 años de lucha contra el colonialismo, el despojo y el etnocidio, generando una corriente de opinión que se manifestaba en multitudes de actos culturales y políticos. 

 

Estas condiciones históricas permitieron que una voz que no se hacía sentir tan fuerte como en las épocas de José Antonio Galán y Ambrosio Pisco en 1781 con el levantamiento comunero, se escuchara para no silenciarse más, la voz de los pueblos muiscas, que acorralados por la expansión urbana y la pérdida de sus territorios ancestrales guiada desde la administración distrital, inician su proceso de reconstrucción dando como resultado que en menos de 10 años constituyeron, (no con poco esfuerzo) 5 cabildos indígenas muiscas, 2 en Suba y Bosa en Bogotá y 3 en municipios de Cundinamarca: Cota, Chía y Sesquilé. Demostrando que estás memorias e identidades no habían desaparecido y se encontraban en las poblaciones rurales y campesinas del altiplano, preparándose para resurgir. 

 

Hoy en día sumándose el Cabildo Muisca de Tocancipá, lideran los procesos de representación legal ante el Estado y de participación en organizaciones con la Organización Nacional Indígena de Colombia ONIC. Siendo estos 6 procesos la ratificación de una continuidad en la vida de unos pueblos indígenas y una etnia que retoña entre los alambres de púas y el asfalto.

 

Los muiscas de la diasporá o Kykák abtaskwá

 

El nacimiento de estos procesos de reorganización muisca vibró tan fuerte y su eco en toda la sociedad colombiana y especialmente de la capital que diversas familias y personas con linaje cultural muisca devenido de diferentes municipios y veredas de las cordilleras de Santander Boyacá y Cundinamarca, sintieron en la sangre este resurgir y como un llamado a identificar sus raíces y trascendencia. Con el tiempo estas familias auto organizadas que vivieron el destierro por la violencia directa, económica y cultural de décadas atras, por el hambre y la miseria en la desolación del campo, llegaron a Bogotá a buscar una esperanza, cargados de conocimientos y sabidurías indígenas, estos muiscas del destierro, intentarán consolidar sus procesos de autogobierno con la dificultad de no ser de Bogotá y no consolidar un cabildo indígena, fueron debilitándose por el vacío jurídico y político de la ciudad y por sus condiciones y situaciones propias en su acontecer.

 

Sin embargo se fueron decantando y algunos pocos trascendiendo en el tiempo y en el espacio como una forma de gobierno propio con consejerías, autoridades, sabedores, en las localidades de Ciudad Bolívar, San Cristóbal, Tunjuelito, Sumapaz y Kennedy, avanzando desde los valores éticos y sociales de la ancestralidad muisca heredadas en sus crianza y dejando de lado los coqueteos del neochamanismo urbano, hacia una permanencia como comunidades muiscas autónomas y emergentes.

 

Las contradicciones 

 

Este panorama ha ocasionado disputas y conflictos acerca de quién, cómo habla y representa al pueblo indígena muisca, si los Cabildos Indígenas o estas Comunidades Autónomas. Evidentemente los Cabildos Indígenas reconocidos por el Ministerio del interior en un marco legal y constitucional tienen esta vocería y representatividad. Sin embargo estas comunidades que no tienen este reconocimiento debido a su trasegar en décadas anteriores hasta llegar a Bogotá, mediante familias dispersas y reorganizadas en los últimos 20 años poseen la legitimidad para organizar sus planes de vida en el marco de su autonomía y derechos civiles constitucionales como ciudadanos de Colombia, organizarse, ejercer la libertad de pensamiento, de culto y de conciencia demostrando ante el estado y la sociedad que los pueblos muiscas estaban más allá de los límites de la sabana de Bogotá, como bien lo describe el primer sociólogo rural del país, Orlando Fals Borda, al narrar la evidente ascendencia indígena de las comunidades de la vereda Saucio del municipio de Chocontá, y que está  que no se oculta con narrativas que alimenten la racialización de la cultura, la xenofobia, el racismo, el reduccionismo y la colonialidad. 

 

En el centro de todo este debate se han emanado diferentes cartas y denuncias públicas de parte de los Cabildos Indígenas Muiscas, englobando a todas las expresiones de “lo muisca” que no son de los seis cabildos reconocidos por el Ministerio del interior como procesos que no pertenecen a su etnia, lo cual pone a la deriva y la revictimización a comunidades que poseen directamente una ascendencia indígena desde valles y serranías interandinas de la antigua área de distribución geográfica de los pueblos muiscas. 

 

A la situación se le suma el poco interés por buscar espacios de interlocución desde estas Comunidades Autónomas Muiscas hacia los Cabildos Indígenas, poca voluntad por buscar a los mayores y líderes espirituales de los Cabildos para establecer caminos de entendimiento, así como la evidente crisis de liderazgo que permita observar como un solo cuerpo estas expresiones de las Comunidades Autónomas, sus procesos de autogobierno o gobierno propio, su pensamiento colectivo y propuestas de reintegración.

 

A esto se le suma un tercer actor, difuso y más complejo. Las diversas personas que se proclaman sabedores, mayores, taitas o sacerdotes del pueblo muisca, aunque no hacen parte de un proceso organizativo, cabildo o comunidad, no tengan un gobierno propio o un plan de vida, además de un impacto en el territorio y que algunas veces incluso carecen de una descendencia directa de familias indígenas rurales o campesinas que le hayan dado una impronta infantil y una crianza con valores usos y costumbres indígenas. 

 

Esto sucede ante una sociedad civil que crece  en expresiones diversas y colectividades ambientalistas con una identidad y pensamiento orientado a la memoria biocultural del territorio y que espera más respuestas que preguntas.

 

En una ciudad como Bogotá que desborda sus límites ecosistémicos para el sostenimiento de más de 7 millones de habitantes, con la totalidad de sus cuerpos hídricos contaminados. Con la reciente afectación de ecosistemas frágiles, unido a las políticas de turismo; clama y urge que la memoria y la sabiduría de este pueblo milenario oriente las políticas del desarrollo de la ciudad. Pero debido a su crisis organizativa, a sus falencias en la capacidad endógena de organizarse recogiendo no solo las voces de los muiscas que ya estaban aquí en Bogotá sino que llegaron debido a las políticas de despojo en los campos especialmente de la cordillera oriental de Colombia, debilita su incidencia para darle a la ciudad un fortalecimiento en su identidad y memoria histórica, así como el cuidado de sus ecosistemas con la sabiduría que tuvieron sus ancestros. 

 

Los Muiscas de renacer tienen la autoridad, los muiscas de la diáspora tienen la legitimidad para que juntos, brindan a la ciudad estas respuestas y desenmascarar a los falsos indígenas, pero deberán encontrarse como semejantes para dar complimiento a la ley de origen ancestral, a sus mandatos y compromisos. Es comprensible que en medio de tanta manipulación y tergiversación de la cultura, los Cabildos Indígenas den una posición acerca de si mismos, pero es más importante aún reconocer que estos mismos, conformaron un llamamiento a toda la sociedad, invitándole a preguntarse acerca de sus raíces y naturalmente la constitución de procesos autónomos de reorganización es consecuencia directa de sus luchas desde décadas atrás.

 

La madre espiritual del pueblo muisca sabe quienes son sus hijos, hay que tener paciencia para que ella ordene en el tiempo de las aguas, la palabra dulce y el camino del corazón sincero”, me dijo un día un reconocido líder muisca, sean esas palabras guía para el reencuentro, hoy que Bogotá cumple 487 años y su subsecuente fundación y este pequeño artículo una invitación cariñosa desde un hijo más de este territorio para que la voz del pueblo muisca siga viva.

 

 

__________________

 

* Cesar Sánchez León

Magister en Educación y Licenciado en Educación Básica con Énfasis en Ciencias Sociales, creador del enfoque educativo  pedagogías ancestrales, y fundador del Colectivo Pedagogías Ancestrales, líder comunitario de la Comunidad CONA, actualmente desarrolla la  convocatoria al Seminario Lengua Chibcha y Ambientalismo Popular en la ciudad de Bogotá. 

Correo: pedagogiasancestrales@gmail.com

 

 

 

Comentarios: 1
  • #1

    Diego Martínez Celis (miércoles, 13 agosto 2025 09:03)

    Lo "muisca" es una construcción colonial. Fue el término con el que los invasores europeos intentaron comprender, nombrar, englobar y reducir a una gran diversidad de pueblos, que compartían ciertos rasgos culturales, pero que estaban dispersos por todo altiplano cundiboyacense. La historia, la arqueología o la antropologia se han encargado de particularizarlos de otros grupos a nivel regional, pero limitándolos en el tiempo en cronologías basadas en periodos cerámicos o en su disolución étnica a través de complejos procesos de mestizaje. Volver hoy, siglo XXI, a reconocer o nombrar a grupos o personas como "muiscas" es un anacronismo que se puede explicar principalmente por su agencia política, por el interés de legitimar ciertos procesos de tenencia de tierras o por la potencialidad de usufructuar derechos diferenciados... más allá de la intención de reivindicar procesos de autonomía epistemológica, de resistencia contra el insostenible modelo de desarrollo de la sociedad de consumo, lo "muisca" también está viciado de intereses más mundanos... porque los "muiscas", recordemos, son ante todo "gente".... Como tal no habría muiscas verdaderos o falsos, como no hay gente verdadera y gente falsa (aunque si ciertos faltones ;) ). Que cada quien construya y viva su muisquicidad particular debería ser un derecho reconocido, como el del libre derecho a la personalidad. Saludos y abrazos.



 

 

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