Masculinidades en deconstrucción

Por Armando Navarro

Marzo, 2023

 

La masculinidad en la actualidad es un campo de estudio de interés social, debido a que los impositivos roles de género en los seres humanos han producido crisis de violencia contra las mujeres, por tal motivo se amerita analizar cronológicamente los orígenes y cambios vertiginosos que han tenido estos estereotipos, gracias a los movimientos feministas, estudios interdisciplinarios, científicos y académicos que han desmitificado nomenclaturas binarias como masculinidad-feminidad, hombre-mujer, heterosexual-homosexual, etc., demostrando que estos prototipos no son naturales o biológicos, sino construcciones culturales.

 

Por tal razón, es imperativo indagar a profundidad quiénes, cuándo y cómo se diseñaron patrones que nos encasillaron, organizaron y controlaron a través de valores y normas androcéntricas, acentuando la supremacía masculina, tal como lo argumentaban los científicos e intelectuales, como Durkheim en su obra “La división del trabajo”, donde manifestaba que las mujeres solo deben permanecer en los espacios privados por las diferencias biológicas e intelectuales frente a los hombres, pues, no tenían las capacidades naturales para estudiar o trabajar en lo público, conceptos que coincidían con pensadores de envergadura como Platón, Rousseau, Marx Weber y Herbert Spencer, entre otros.

 

Por otra parte, si revisamos los antecedentes de la Revolución Francesa (1789), no tuvo en cuenta a las mujeres en sus grandes ideales de igualdad, fraternidad y libertad. Hecho que sí sucedió en la Revolución Industrial (1760), donde incluyeron a la mujer en el ámbito laboral, aunque sometiéndolas a largas jornadas de trabajo, pésimos salarios y limitaciones para acceder a mejores puestos. Contradicciones que potenciaron las teorías emancipadoras y los movimientos sociales de los siglos XIX y XX. 

 

Es decir, la inequidad de género viene de siglos vergonzosos que se amerita analizar y cambiar en los diferentes escenarios que interactuemos, para iniciar nuestro ejercicio autocrítico lo podemos hacer en los círculos familiares, laborales, educativos y organizacionales. Necesitamos hacer una exhaustiva revisión intra personal e interpersonal para entender el rol de hombres con el que fuimos rotulados y determinados desde que nacimos. 

 

El propósito de este texto es no dejar por fuera la reflexión y la práctica sobre la equidad de género donde convivamos, excluirla por omisión o por acción, nos hace cómplices de esta violación sistemática de los derechos humanos contra las mujeres.  

 

 

De tal manera que profundizar sobre cómo nos homogeneizaron y fragmentaron a través de roles, valores, lenguajes, identidades y estructuras sociales hasta nuestros días, es un acto político, ético, solidario y corresponsable con nuestras madres, hijas, hermanas, nietas y compañeras. Debemos desmontar en la praxis y con análisis críticos, cómo fue que se determinó que lo masculino es sinónimo de virilidad, homofobia, racionalidad, competencia, de emocionalidad fría, con valores de control y dominación de lo público y que las mujeres, al contrario, son intuitivas, débiles, maternales por naturaleza por engendrar y parir, orientadas a valores del cuidado y a ser más para los demás que para ellas. Estos paradigmas de sentir, actuar y existir han sido históricamente gestadas y reforzadas por la institucionalidad educativa, medios masivos, poder político, ideológico, económico, religioso, cultural, artístico, deportivo y científico, entre otras estrategias de dominación patriarcal, con el objetivo de mantener los privilegios de dominación socioeconómico y político. 

 

Este ejercicio de sensibilización e inflexión, no solo ayuda a los intelectuales, investigadores, planificadores de políticas públicas, sino a las personas de a pie que quieren indagar sobre este tema, para mejorar las relaciones con equidad y justicia social. 

 

Dentro de los tres capítulos a trabajar, iniciaremos con la masculinidad tradicional de los siglos XVIII al XX. En una segundo escrito, escudriñaremos cómo y qué actores sociales han utilizado discursos patriarcales y misóginos para mantener sus privilegios y, en una última entrega, abordaremos la ética como medio reflexivo sobre el machismo en pleno siglo XXI.

 

Iniciando lo propuesto, analizaremos las masculinidades tradicionales de los siglos XVIII al XX, en donde varios estudios coinciden que no se puede hablar de masculinidad en singular, sino masculinidades en plural, debido a que estas se forman y se transforman según la edad, clase social, etnia, economía, trabajo, ubicación socio geográfica y tiempo, entre otros contextos culturales, estereotipos que se interiorizan y se reproducen a través de los contextos sociopolíticos, económicos, ideológicos históricos en que las personas viven.

 

Si hablamos de nuestro entorno geográfico e histórico del Abya Yala, ahora llamada América Latina, no podemos dejar de mencionar la llegada de Colón en 1492, que no solo dejó saqueos y genocidios, sino que cambió subjetividades de sentir, pensar, hacer y de ser de los afros y pueblos originarios, por una cultura ideologizada de sometimiento y miedos. Por consiguiente, no podemos recordar estos hechos como eventos anecdóticos, debido a que estas colonizaciones eran parte de un modelo de dominación patriarcal, racista y jerárquico, que se estaban dando en otros territorios, como en Andalucía 1491 y que se han expandido hasta nuestros días como verdades absolutas, a través de símbolos, normas, instituciones, identidades, organización social y subjetividades.  

 

 

Tipos de masculinidades que han jerarquizado lo masculino (XVIII al XX)

 

Entre esos rezagos paradigmáticos de superioridad que mantenemos hasta nuestros días, podemos mencionar la Masculinidad hegemónica, que se ha representado históricamente en varones invasores, aventureros, guerreros, exitosos, que a través de la violencia ideológica, simbólica, económica, física de despojo y muerte, han marginado no sólo a las mujeres, sino a otros seres que no cumplen los estándares de macho, virilidad y hombría que ellos han impuesto, bajo las tres características que David Gilmore (1994) menciona sobre “las tres P, protección, provisión y potencia sexual”.

 

Esta masculinidad representada por la élite patriarcal y capitalista, se determina por ser blancos, de clase media, del poder financiero, económico, heterosexuales, heteronormativos, misógenos con discursos androcéntricos y racistas, fundamentados en la lógica fálica, instrumentalizando los cuerpos de las mujeres como propiedad privada y lugares a colonizar, subordinándolas en los escenarios públicos y privados.

 

En segundo lugar, está la Masculinidad subordinada, donde están los hombres gays, no viriles, delicados o débiles. Esta subcultura homosexual ha sido estigmatizada por varones ortodoxos que la catalogan inferior y femenina, sin importarles su condición económica y jerarquía social. Otros heterosexuales marginados son los hombres de los pueblos originarios, afrodescendientes y campesinos. Según Rita Segato estos sujetos son violentados a través de actos intragénero, ejercidos por individuos blancos, patrones, dueños de los medios de producción, de las tierras, élites políticas, fuerzas armadas y financieras, entre otros.  

 

La mayoría de estas personas, inferiorizadas, transitan constantemente, a la masculinidad hegemónica, replicando características machistas de poder y violencia con sus parejas y círculos familiares.

 

En tercer lugar, están las Masculinidades Cómplices: este concepto nace del libro ‘’Masculinities’’ de la socióloga Raewyn Connell en su segunda edición de 2005, en la que manifiesta que en este grupo estamos la mayoría de hombres, que por omisión o acción nos mantenemos al margen e indiferentes ante la desigualdad de género, convirtiéndonos en cómplices directos e indirectos de esta violencia sistemática contra ellas. Según Connell, (2005), esta masculinidad no está en el poder directamente, pero acepta y disfruta los dividendos patriarcales de privilegios, apoyando, reproduciendo actos y discursos patriarcales para mantener su estatus quo.

 

 Y, en cuarto lugar, están las Masculinidades alternas o masculinidades contra hegemónicas: estas masculinidades se han venido expresando a través de la historia al ver la flagrante violencia contra las mujeres. Estos colectivos o movimientos igualitarios que se han replanteado otras formas de ser varones, son producto de la crisis que están viviendo las masculinidades en el mundo, gracias a las mujeres que han liderado luchas sociales, políticas, jurídicas y económicas, visibilizado la inequidad de género.

 

Hasta ahora hemos descrito cuatro masculinidades, aunque existen otras clasificaciones como Masculinidades híbridas (Marín, 2018), Nuevas masculinidades (Tellería, 2020), Masculinidades alternativas (Uribe, 2020), Masculinidades incomodadas (Fabbri, 2021), Masculinidades subalternas (Azócar, 2021), Masculinidades éticas (Rodríguez, 2021), Masculinidades queer/cuir/kuir. (De Brito, 2021), entre otras, que bien vale la pena profundizar posteriormente.

 

 

No sobra decir que las categorías binarias de masculino y femenino, no dejan de ser simplistas y condicionantes que en la actualidad están siendo reevaluadas, pues, la multiplicidad de culturas, identidades de género y orientación sexual han demostrado lo contrario, ahora existen: gays, lesbianas, bisexuales, transexuales, travestis, intersexuales y queers, entre otros, que no se sienten representados en el término LGBTIQ+, sigla que surgió en los 90 y que ha evolucionado hasta la actualidad.

 

Para ir cerrando este primer capítulo, el desafío que nos espera es construir unas relaciones equitativas de convivencia intergénero tanto en lo privado, público y espacios invisibilizados, rompiendo el modelo racionalista de privilegios, desigual y abusos por el poder machista. Necesitamos modificar estructuralmente las relaciones de poder hegemónico y patriarcal, cambiando las categorías existenciales impuestas, por una que libere los cuerpos y las mentes que han sido encapsuladas por roles esquemáticos y alienantes. Debemos interpelar y desconfiar de lo que nuestro inconsciente cree y ha aprendido durante la construcción social del género, siendo el género la punta de lanza por el cual o por medio del cual se ha articulado el poder.

 

Necesitamos colocar la equidad en todas las agendas sociales, culturales, políticas, para que exista una participación social simétrica de respeto y justicia, alejada de la cultura binaria y heteronormada. Es imperativo exponerlo en los debates de las organizaciones de economía social solidarias, partidos políticos de izquierda, sindicatos, movimientos campesinos, afros, pueblos originarios, etc., así practiquen y hablen de principios democráticos, relaciones horizontales, equidad, complementariedad, ayuda mutua y trabajo colectivo, estos procesos sociales también son permeados por el sistema patriarcal, con lógicas de jerarquía, exclusión y poder. Para que estos cambios se den, es necesario ir más allá del voluntarismo individual y colectivo, los Estados tienen la obligación de proteger los derechos de las mujeres y niñas con políticas públicas con equidad de género, enfoque diferencial e interseccionalidad.

 

Debemos deconstruir y decolonizar nuestras subjetividades replanteando la idea de masculinidad, por una sentipensante, donde la razón no se sobreponga ante las emociones, la agresividad y la fuerza no se impongan ante la otredad y el diálogo, donde desaprendemos los roles de género impuestos por unos libres de violencia, creativos, justos y equitativos.

 

El machismo es la antítesis de la democracia, debido a que el macho no comete errores, no es autocrítico, es de verdades absolutas, no da explicaciones, es autoritario y no acepta críticas. Por tal motivo debe desaparecer, de lo contrario, la paz total no llegará, pues, las inequidades sociales, económicas y laborales no lo permitirán.

 

¿Cómo crees que nos podemos despatriarcalizar para construir una sociedad libre de opresiones?

 

Tus sugerencias nos permitirá fortalecer el cambio.

 

!Abrazos!

 

 

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Referencias:

  • Butler, J. (1990). El Género en disputa: Feminismo y la subversión de la identidad.  España: Paidós.
  • Glocer Fiorini, L. (2001). Lo femenino y el pensamiento complejo. Buenos Aires. Lugar Editorial.
  • Instituto Nacional de las Mujeres, Hombres que ejercen violencia contra sus parejas. Análisis a partir de la ENDIREH 2011, México, 32 pp. Disponible en http://cedoc.inmujeres.gob.mx/documentos_download/101241.pdf
  • Gargallo, Francesca. Ideas feministas latinoamericanas. Universidad de la Ciudad de México, México, 2004.
  • Bonino, L. (2002). Masculinidad hegemónica e identidad masculina. Dossiers Feministes: Mites, de/construccions i mascarades, (6), 7-35.
  • Connell, R. (1997). La organización social de la masculinidad. En T. Valdés y J. Olavarría (eds.), Masculinidad/es: Poder y Crisis (pp. 31-48). Santiago de Chile: ISIS Internacional / Flacso-Chile.
  • Olavarría, J., Benavente, C. y Mellado, P. (1998). Masculinidades populares. Varones adultos j.venes de Santiago. Santiago de Chile: FLACSO.
  • Montesinos, R. (2002). Las rutas de la masculinidad: Ensayos sobre el cambio cultural y el mundo moderno. Colombia: Gedisa Editorial.
  • Marqués, Josep-Vicent (1997) “Varón y Patriarcado” en Valdes y Olavarría (edit.) Masculinidad/es. Poder y crisis. Ediciones de las Mujeres N°24, Isis Internacional. Santiago de Chile.

 

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*Héctor Armando Navarro Algarra

Comunicador Social Periodista, Administrador de Empresas, Magíster en Estudios y Gestión del Desarrollo. Coordinador y gestor de la Red Social Solidaria de Trabajadores y Trabajadoras por Cuenta Propia. Cantautor decolonial de las artes populares, creador de diversas obras musicales que han contribuido a procesos pedagógicos comunitarios. Investigador, coordinador de proyectos socioculturales en entidades públicas, privadas y del tercer sector.

 


Comentarios: 1
  • #1

    Édgar Rodríguez Cruz (jueves, 30 marzo 2023 11:07)

    Gracias Armando por darnos herramientas para entendernos a nosotros mismos.