Lilian Silva

Poeta, ilustradora, gestora, viajera

Por Redacción Editorial

Julio, 2025

 

 

De oficio lectora, de profesión promotora de lectura y escritura, gestora cultural y fundadora del colectivo Las Desobedientes con el cual desarrolla actividades de divulgación de lectura y creación literaria en espacios no convencionales como cárceles, hospitales y hogares geriátricos entre otros.

 

Así mismo del cine club la Caja de Pandora con la entidad Casa de Todas. Ganadora del premio a mejor crónica rock al parque 2016. Ha publicado su primer poemario Círculo de los ojos tristes con la editorial independiente Sol Negro 2017, ilustrado por el artista argentino Santiago Caruso.

 

Sus poemas han sido publicados y traducidos en revistas y antologías literarias de Argentina, Chile, México, Estados Unidos e Italia

 

Su segundo libro está próximo a ser publicado en 2025.

 

 

Selección de poemas

 

Caen gotas de silencio por la ventana

el azar juega con su movimiento, 

las golpea o las deja arrastrarse sobre el espejo.

 

Cada gota es su propio infinito en la ventana, su cielo y su fantasma,

su despojo

 

Me asomo y señalo la naturaleza

de una babel húmeda sobre los tejados.

 

La idea del olvido estrechando el agua ahora pertenece.

 

 

Mi noche era larga, hubo tiempo para las pesadillas repetidas.

Para reiterar la sed, para apretujar un rayo de luz.

 

Mi noche era espesa, como humo sobre mi cama

espejando los ojos manchados de rímel

que nunca supe aplicar.

 

El encantamiento de la vida duro lo que duraba una noche

quizás menos de seis horas.

 

 

Brotaban las plantas por debajo de la puerta.

Los caracoles se amotinaban

y poco a poco dejando su concha tras de sí,

se integraban a la cotidianidad de mi casa,

ahora era yo, quien vivía dentro de su origen.

 

 

Las piernas se estiraron bajo la manta,

el cabello y las caderas seguían el mismo camino.

 

Una niña se perdía

construyendo el cordel para un lobo

codiciaba la vida salvaje.

Alentaba la hierba con la voz.

 

No era una vida mala, pero la belleza se rompe

y una tiza se oscurece al dibujarse sobre el agua.

 

Bajo el cerezo de mis juegos de niña

oculté mi primera gota de sangre

herrumbrosa entre el papel.

La até con una cinta del costurero de mi madre

clavé las manos sobre la tierra una y otra vez.

 

Era consciente del dolor, de su secreto

de mi devoción por silencio.

 

 

EL CÍRCULO DE LOS OJOS TRISTES

 

Alguien grita sobre la acera

ocupa la noche en un banco solitario

y entre sollozos sostiene un perro

                                en el regazo

Unas mujeres abrazan clavos a sus rodillas

reclaman a sus hijos, se arrastran, nadie las ve

nadie las escucha. Existen.

 

En el tablero los peones mueren

y el rey y la reina

sobrevive la torre

y un caballo al que muerde la madera.

 

Afuera alguien me llama

pero juntos no cabemos en su viaje

la memoria de la madrugada, los balazos al alba,

un insecto en el relieve del vidrio esmerilado

hace sombra, tiembla mi dedo mientras lo empujo,

todos asustamos a la muerte.

 

En la corona que me pusiste vertí la ceniza de un cigarrillo

Sí, me habían prohibido fumar

Me habían prohibido engordar

Hablar de más,

(toda palabra de más es irrespeto me dijeron)

Toda copa de más es tu infierno

No escribas, no llores. No escuches eso.

No sientas.

No lo veas.

A todos los sí, dije NO

Me prohibieron tanto y todo rompí

aun a ciegas como la gallina del juego me dejé la venda

y seguí el juego hasta caer la noche y no encontrar a nadie

 

Todo amor de más es sobra

Toda espera está de más.

 

Yo, que todo lo he hecho mal en la vida —desde empacar una maleta

hasta saber mover las manos para despedirme—.

 

 

XL

 

Yo, que todo lo he hecho mal, me siento a ver telarañas,

a remendarlas con la punta de los dedos.

 

Yo, que todo lo he hecho mal hasta saciar mi propio derrumbe,

me acaricio las cicatrices de las piernas

y las estiro como párpados rosados,

tan solo por sentir de nuevo las caídas.

 

Yo, que todo intenté hacerlo bien, me he quedado a medias del camino,

encendiendo y apagando una cerilla.

 

Y vuelve el día, y la luz lo devora todo con sus ruidos;

y vuelve la noche,

y sujeto la cerilla con los dedos quemados.

 

Este juego terrible, donde la oscuridad lame las heridas,

sigue su rutina.

 

Yo, que todo lo he hecho mal —ser madre, ser hija, hermana, amiga, novia—,

tendí mi vientre junto a la ropa en el tendedero,

para que el sol lo calcinara.

 

Aún siento frío.

 

 

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