Fotografía: Ditirambo Teatro
Fotografía: Ditirambo Teatro

 

Larga vida al Teatro

Por Rodrigo Rodriguez

Mayo, 2023

 

 

La peste de Tebas, la guerra de Troya, la violencia reinando en el palacio, el gemido de la tierra, y los falsos oráculos continúan pero ahora con otros nombres, mediados por el ser humano hecho mercancía.  Pero si estamos vivos aún hay esperanza. 

 

Cuando intento reflexionar sobre la importancia del teatro y sus relaciones con los espectadores y la sociedad en general, el valor que tiene este arte en particular, en su inestable hábitat dramático entre la guerra y la paz, en la rareza  de sus infinitas manifestaciones, pero sobre todo la razón por qué me alegra la vida ejercerlo, y es tal vez, porque siempre te acompaña, siempre está a tu lado, el teatro es persona y la persona es teatro en unidad de cuerpo y conciencia humana explorando o buscando un hogar de libertad, de libertad precaria para hacerla libertad sublime, eso también es esperanza.

 

En un escenario se devela, se hace material con algo inmaterial como la capacidad imaginativa, y  es que nuestro oficio es el arte de la paradoja, por eso intentar volver a lo elemental en el teatro es intentar alguna  protección contra lo que dificulta hacerlo. El teatro ejercido sin amor, deja de ser arte para convertirse en un negocio banal y miserable. El teatro como testigo del avance en las comunicaciones y las redes sociales, ahora es espectador pues entre más canales de comunicación paradójicamente más incomunicación entre los seres humanos, esta guerra de información que aturde y esclaviza el inconsciente, nos convirtió a todos en actores, no en artistas. Por eso todos los días sin amos ni patrones tenemos un reto supremo, participar en el ritual recordatorio de que la vida vale la pena sin el cual los seres humanos perderían la expresión, eso nos ayuda a comprender por qué no podemos lograr que Clitemnestra y Egisto se reconcilien con Orestes y Electra, ellos toman sus propias decisiones y nosotros dueños de nuestro drama, tomamos las nuestras. 

 

El teatro también es alquimia que revela lo que ocurre en el mundo, no es propiedad del estado y sí, un canto de la comunidad, que se produce no en una reunión de un grupo de actores en estado de representación frente a un auditorio en vivo, esa es una manifestación del teatro, pues él verdaderamente ocurre en el cerebro de quien observa y de quien interpreta mientras imaginan, en la bioquímica mental que posibilita estar presente en Tebas en época de la peste, mientras el cuerpo está en Bogotá en época de coronavirus. 

 

Fotografía: Ditirambo Teatro
Fotografía: Ditirambo Teatro

 

La esencialidad del teatro es el amor y por eso el teatro es universal, el amor de mamá, es el hogar de todas las artes, como ese sentimiento humano cargado de amoroso sacrificio, hacer teatro con odio o para la foto o el registro es ingenuo aunque la obra requiera divulgación y le haga mil veces mofa a la rentabilidad.

El reloj biológico de la humanidad marca derrota del ser humano, pero no del teatro, pues él nos permitirá respirar con el corazón, ver con las manos, oler con el entrecejo, eso imposible hacerlo posible y decidir que es posible resucitar en mito. 

 

Permite adoptar y ser adoptados, así el oropel, la oferta y la demanda y el consumo, trituren las pasiones y los sentimientos, pero lo que no pueden es acabar con las acciones solidarias, por eso el teatro mundial es ante todo local donde los espectadores ayudan a preservar los teatros.  

 

Por ahora seguiremos tratando de encontrar la fuente de una verdad escénica, que vive y muere con cada representación en este aquí y ahora, evitando ser imbuidos por la banalidad, llamando a la fogata que da luz, luz a la imaginación, danzando en analogías y mestizajes multiculturales.    

 

Salud por el teatro y larga vida a los hombres y mujeres que hacen de esta práctica su vocación. 

 

 

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