La construcción de la memoria,
un presente continuo para un futuro esperanzador
Por Miguel Ángel Escobar Otavo
Mayo, 2021
El presente documento, es una reflexión en torno a la entrevista realizada por los profesionales Marcia Márquez Cetina y Alejandro Nova Torres; integrantes de la línea de Investigación Diálogo y Memoria a la docente investigadora Constanza Millán Echeverría coordinadora del informe Buenaventura: un puerto sin Comunidad del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH).
En el desarrollo de la entrevista, la investigadora retoma aspectos referentes a los retos a la hora de abordar la memoria de las comunidades y la narrativa que se emplea en la divulgación de aquellos sucesos dolorosos y violentos, en el marco de un proceso de post acuerdo que no ha significado el fin del conflicto, sino una permanente secuencia de acciones violentas que se mantienen latentes en la cotidianidad de quienes han sufrido en carne propia el conflicto armado en Colombia. Un conflicto que aún sigue siendo incomprendido por una gran cantidad de colombianos y cuyas consecuencias no son del todo susceptibles de reconocerse, tal como lo señala la investigadora Constanza Millán:
“…tenemos como una dificultad en darnos cuenta de eso en la propia historia, yo estoy casi segura que muy pocos colombianos sean incluso de elite, o de distintos sectores han tenido un impacto en su familia… en algún momento, con algún hecho violento en esta larga historia del conflictos pero eso no lo asumen, hay una insensibilidad creada para ver incluso como nos ha afectado a nosotros mismos en nuestra propia historia y entonces, mi pregunta es; ¿por qué creo que la memoria en Colombia rompe las formas como se ha trabajado en otros lugares?, es decir, de pensar el tiempo como pasado de conflictos, un presente de transición que es el que estamos viviendo y un futuro promesa, un futuro donde ya no exista el conflicto y esa lógica lineal del tiempo de pasado, presente y futuro, lógica de contexto de violencia; no es lo que hemos vivido en Colombia, y entonces en esa lógica, la memoria también no tiene ese sentido para la gente, porque para la gente incluso, ahora que estuve haciendo el trabajo, pues para mi investigación de doctorado vuelvo y estamos en la transición de esto que se llama transición de proceso de negociación y para la gente la transición no existe, es decir es una cosa de más de lo mismo, la gente ya ha aprendido, o hemos aprendido como sociedad que aquí este futuro promesa de paz es desesperanzador un poco, es decir vamos a vivir es otro ciclo de violencia, eso es lo que se vive en los territorios y es lo que tiene la gente, si tu preguntas, los niños también ya han aprendido a vivir esto, en una lógica de ciclo, de que cuando se habla de transición no necesariamente es para la promesa de la paz, es que estamos hablando de otro ciclo que inicia y entonces ahí es un poco como yo creo que este tema de la memoria tiene unas lógicas distintas en Colombia.”
De acuerdo a lo señalado, el conflicto se configura como un presente continuo, debido a esa sensación de intentos de culminarlo con negociaciones, en las que personas que han sufrido sus efectos lo comprenden como una manera de seguir viviendo lo mismo. La docente expone cómo esta transición de la negociación de la paz, se torna como la apertura a otro ciclo de violencia que abarca diferentes escenarios, que no son solo las contiendas bélicas, sino que también tocan las cotidianidades de las personas y las familias quienes conviven con este patrón arraigado de violencias continuas en la historia de Colombia.
Es precisamente esa convivencia con la violencia lo que nutre la desigualdad, por ejemplo, con el fenómeno del Desplazamiento Forzado, que obliga a las personas y comunidades a dejar el lugar donde han construido su vida, para recomenzar y reescribir sus historias desde el desarraigo.
El conflicto armado y su desarrollo, ha conllevado a que su análisis no se vea tan sencillo, desde la lógica lineal de la investigación de la memoria histórica; por un lado, por el lenguaje que se emplea que en ocasiones pinta un panorama diferente de la realidad que se vive, a pesar de tener un idioma común. El lenguaje puede ser diverso porque vivir algo y narrarlo, es muy diferente que narrar un hecho vivido por otro. Por otra parte, la forma cómo se comprenden los efectos de los acuerdos y sus alcances en la cotidianidad de las víctimas, quienes son afectadas directamente por el accionar institucional que tiende a ser especialmente en las regiones más apartadas del centro del país, lo que conlleva a mantener una postura que no logra abarcar todo lo pactado ni a responder a la construcción de un proceso de post conflicto efectivo.
Además de lo anterior, se debe tener en cuenta, la voluntad política para viabilizar lo pactado en La Habana y las discrepancias que se han generado en la ciudadanía por cuenta de la desinformación frente al proceso de paz. Además, en el marco del post-acuerdo, se presentan pujas por el control territorial. Lo anterior conlleva a mantener en el tiempo estos patrones de violencia, que no cesan, y que someten a las personas a una convivencia forzosa con el terror y la violencia, provocando que el conflicto se mantenga, haciendo que los colombianos sean testigos impotentes que continúan con sus vidas desde una lógica de miedo y desesperanza.
En este proceso de post- acuerdo, las víctimas y sus comunidades configuran su relación con ese entorno, en el que consolidan maneras de relacionarse, de nombrarse, de comprender esos territorios con sus nuevas lógicas, de poder pertenecer a partir de sus experiencias sin replicarlas. En Colombia coexisten dos memorias: la del Estado y la de las personas. La memoria del Estado, es la memoria tomada por “oficial”, es decir, narra los hechos desde una perspectiva académica; intenta comprender los hechos del campo desde la lógica de la ciudad; resalta el papel activo del Estado en la resolución de conflictos y sus intervenciones ante las problemáticas sociales que surgen de diferentes lugares de Colombia. La memoria del Estado, es una versión de la historia que se replica en los medios de comunicación, para que el ciudadano pueda valorar su eficacia y pueda seguir creyendo que pertenece a él. Por otro lado, existe la memoria de las personas, que busca fomentar una manera de memoria acorde a su contexto vital, dándole un nuevo sentido a su vida, desde el conflicto y la superación del mismo. En la narrativa de la memoria, la memoria del Estado narra los hechos en tercera persona; mientras que la memoria de las personas está narrada en primera persona. Por ende, La memoria del Estado está muy alejada de lo que en verdad sucede en el relato, en presente continuo, de la violencia sufrida por las personas. Para recuperar la memoria de las personas, es necesario que los investigadores y organismos asuman el reto de afrontar, comprender y reconocer la realidad de manera más exacta, recogiendo los testimonios de una historia que duele, pero que está ahí, siendo narrada una y otra vez sin dar en el punto de lo que realmente fue y hacia donde apunta, sin saber de dónde viene, ni para dónde va; como un espiral de eterno retorno desde y hacia la violencia.