“UN MURMULLO DE HORROR EN LA CURVA DEL SILENCIO”

Por Yoshy Velasco

 

Yoshy Velasco es el director del grupo “El Teatro de calle 30”, que con su montaje “instrucciones para abrazar el aire” del maestro Argentino Arístides Vargas, ha consolidado un trabajo riguroso con una filosofía de grupo que poco a poco se ha ido consolidando. Yoshy hace parte de los directores del circuito de jóvenes directores y dramaturgos, en la cual ha aportado de manera significativa en los espacios propuestos para la circulación, formación y difusión. En esta oportunidad Velasco hace una breve critica de la obra de Casa Tea “LA CAIDA DE LAS AGUILAS” escrita y dirigida por Paola Guarnizo, que como figura de espectador especializado hace un escrito que resume su experiencia en la obra, poniendo en evidencia su sensibilidad y sus referentes para construir las palabras expuestas. Un gran camino para este joven creador y su colectivo.


En “La Curva del Silencio” se sabe que algo malo está por suceder. Como en “Crónica de una muerte anunciada”, la obra de García Márquez, “LA CAÍDA DE LAS ÁGUILAS” montaje del TEATRO ESTUDIO ALCARAVÁN, nos insinúa desde el arranque, un desenlace fatídico e inevitable.

 

La Curva del Silencio”, un pueblo perdido en las montañas de la geografía Colombiana, lleno de folclor y tradición, un espacio caluroso, lleno de historias, dichos, cánticos y por supuesto, personajes, que perfectamente encajarían en alguno de los cuentos Macondianos de García Márquez, es el escenario escogido por PAOLA GUARNIZO y su grupo de actores para poner en escena, una nueva obra teatral que nos habla del conflicto armado en el país del “sagrado corazón”, esta vez, guiados por un hombre que tiene que enfrentar el devenir de sus decisiones a lo largo de la vida, aunque estas afecten su entorno.

 

 

Sin llegar a usar la re-victimización, el viaje hacia la memoria que nos propone CASA TEA, es una reflexión sobre el silencio que hemos guardado frente a muchos de los sucesos que acaecieron durante varias décadas en Colombia, y como lentamente se han quedado en el olvido; algunos por causa del tiempo y otros por acción de los medios y la política que nos rige. Es esta última y quienes interfieren en ella, las grandes elites y los terratenientes los que terminan creando verdugos que atentan contra el pueblo al cual ellos también pertenecen.

 

 

Con un lenguaje sencillo, pero eficaz, los personajes nos dan a conocer y exponen su punto de vista y su rol dentro de la trama; la tradición, el amor, la juventud, la ambición, el poder, el pueblo y la violencia, entre otros, se traducen en personajes que aportan a la progresión de la obra sin jamás dejar de acrecentar el murmullo de terror que se propone desde la apertura del telón.  Y digo murmullo, pues si algo debo agradecer de esta puesta es que nunca la violencia se ve representada físicamente en el escenario, todo el miedo y la barbarie son transmitidos al público por sus actores, en parte por sus actuaciones y, en otro gran porcentaje, por los textos que, sin ser ilustrativos, dan cuenta del terror que rodea al pueblo.

 

 

Con el pánico y un aire de violencia instalados en el espacio llega el inevitable final,  ese que durante aproximadamente una hora y  quince minutos quisimos evadir, sin embargo y pese al arrepentimiento tardío de Ezequiel, quien se ha convertido en el guía y personaje principal de este viaje, llega la muerte a “La curva del silencio” acompañada de aullidos y ladridos de perros, quienes son los únicos testigos de la barbarie y, como en un mal chiste, un par de perros nos cuentan cómo otros perros, o mejor, “lavaperros”, asesinan a sus amos dejando dolor, muerte y soledad en las inmediaciones del municipio del Salado; lugar donde se llevó a cabo la masacre que sirvió de inspiración para esta puesta en escena.  

 

Aplausos de pie para este grupo de teatreros, parados en la raya, que desde su visión del oficio encontraron una manera de hacer un teatro que luche contra el olvido, y contra el silencio. Aplausos a PAOLA GUARNIZO quien dirigió y realizó la dramaturgia de la obra y hace parte de una gran generación de teatreros jóvenes que, en medio de las luchas burocráticas y sectoriales, hoy se paran en las tablas para seguir dando batalla en cuantos frentes se presenten. Y finalmente, aplausos para ÁLVARO RODRÍGUEZ que abre las puertas de su proyecto como CASA TEA y comparte su experiencia a un grupo de actores jóvenes con un largo camino por delante; gracias por eso Álvaro, ya que es en esa relación entre la experiencia y la juventud donde surgen las nuevas generaciones del teatro colombiano