Justicia en disputa. Más allá de la sentencia del Río Bogotá (Funza), el territorio de humedales pide una justicia ecológica
Por Laura Sofía Castillo Villarreal
Mayo, 2025
En Bogotá, Colombia, una ciudad neoliberal, la transformación de los territorios de humedal ejemplifican la patrimonialización de los mismos. Los humedales, en su forma integral, fueron y aún siguen siendo considerados como zonas muertas, a partir de la variación de valores económicos. Se han modificado, menospreciado o sobrevalorado por sus conexiones económicas y posibilidades de explotación (Gelacio et al, 2019).
La ciudad neoliberal es un proceso complejo mediante el cual se inserta un discurso hegemónico que destruye, pero también crea, generando una primacía de lo individual sobre lo comunitario (Hackworth, 2007 en Rodríguez, 2012). En ese sentido, al revisar la bibliografía de la historia ecológica del territorio, se evidencia que la urbanización e industrialización significó, la transformación devoradora del 90% de sus ecosistemas de humedal, en las primeras décadas del siglo pasado (Van der Hammen, 2008). Aun a pesar de esto, y estando insertxs en las lógicas de la ciudad neoliberal, de un tiempo para acá, nos hemos detenido a escuchar la historia que cuenta nuestro territorio.
Hago parte de la comunidad del curí, en el ecobarrio Ciudadela Colsubsidio y el Cortijo, un territorio periférico, ubicado al noroccidente de la ciudad. Desde aproximadamente 10 años, hemos comenzado a transformar la relación con nuestro ecobarrio u hogar-territorio como diría Ome (2017), denunciando las injusticias ecológicas y creando alternativas a la forma de habitar la ciudad.
Comenzamos a escuchar la voz de nuestros vecinos ríos; del río Neuque (Salitre), del río Funza (Bogotá), de los humedales: el Tibaguya y Tibabuyes, especialmente, y de las montañas, los cerros, los páramos, en su intrínseca unidad, lleva plasmado el mensaje de que somos uno, que brota del agua y de la medicina como un fuerte junco enraizado.
Su palabra nos contó de violencias, fracturas, mentiras, y olvidos, de una amnesia ecológica de nuestro ser anfibio, que nos impide, por ejemplo, volver a ver al pez capitán nadando en todo nuestro río. Estas problemáticas y conflictos, hoy siguen vigentes, se continúan exacerbando estas cicatrices, y bajo las lógicas de planes de desarrollo y decisiones judiciales, se esconden bajo eufemismos, oxímorones, y mentiras pintadas de color verde vivo.
Por ejemplo, la sentencia del río Bogotá, dictada el 28 de agosto del 2014 por el Consejo de Estado, es una clara representación de esto. Esta sentencia, con 143 órdenes, dirigidas en términos generales a descontaminar el río de forma definitiva, es una de las mayores mentiras ambientales que se esconden tras el velo de la justicia, y la protección al ambiente sano.
Esta decisión judicial fue fruto del cúmulo de varias acciones judiciales solicitadas desde 1994, que en términos generales declaró como responsables de la contaminación del río a todos los habitantes e industrias de la cuenca que en menos de 40 años, han venido contaminando el río, así como también declaró responsable a más de 9 entidades públicas nacionales, regionales y locales, así como a todas las entidades territoriales de los municipios aferentes. (COL Consejo de Estado, 2014).
Esta decisión de justicia, ordena el continuismo de una tecnología que se comenzó a plantear desde principios del siglo XX, y que ha sido fuertemente criticada, como anticuada (Giraldo, 1996), mediante la orden de la creación de la mega infraestructura más costosa de la ciudad (El espectador, 2024) las dos plantas de tratamiento de aguas residuales Canoas y el Salitre fase 2, con una tecnología secundaria de lodos activados químicamente asistida. Dandole la espalda a las consideraciones ecológicas, (Giraldo 2000, pp 25) y los hábitats locales en donde se construyen, que son gravemente afectadas (Martín, 1996).
El monopolio y gran negocio de la descontaminación de los ríos, es un modelo desastroso y muy lucrativo de la ciudad neoliberal. Como decía Daniel Okun en 1990 (en Fundación Colectivo Somos Uno, 2016), experto del Banco Mundial: tratar por tratar beneficia solamente a quienes proveen los sistemas de tratamiento.
Así, para nuestra comunidad, la ampliación de la PTAR Salitre, significó el daño de la relación que cultivábamos con reserva humedal Tibaguya[1] y la afectación grave de la misma. Esta reserva es valle de inundación del río, era un territorio estratégico para la conectividad ecológica de 113 ha, hogar de una biodiversidad única. Este humedal fue destruido casi en su totalidad por la ampliación de la PTAR salitre fase II en el año 2018, y hoy en día sigue sin ser reconocido. La única parte que logramos que conservaran los ejecutores, está cercada y restringida, como propiedad privada, dentro de lo que hoy es el Parque Metropolitano PTAR salitre (Fundación Colectivo Somos Uno, 2016).
También significo la tala de más de 3000 árboles, muerte y desplazamiento de muchas especies, y una falsa justicia con la violación al compromiso de compensar creando 4 humedales artificiales, por el contrario, lo que se hizo fue pasar la restauración de una parte de otro humedal, como si fuera la creación de unos nuevos. Además, afectó el buen nombre de algunos integrantes, llamándolos terroristas, y decretando la imposición medidas cautelares por defender la reserva, que al momento de publicar este artículo aún persisten (Fundación Colectivo Somos Uno, 2016).
Hoy en día, además de que la planta se encuentra a menos de 100 metros de las comunidades, cuando debería por ley estar a unos 1000 metros (Fundación Colectivo Somos Uno, 2016), continúan generando problemas de salud y otros problemas sobre cómo se entiende la justicia ecológica que trascienden a las escalas nacionales. Hoy, por ejemplo, hay un fuerte debate entre la administración nacional y la local, sobre la forma en la que entienden el modelo de ciudad.
Justamente en el proceso de cumplimiento de la sentencia, el pasado 14 de marzo, se celebró audiencia debido a que la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá -EAAB ESP-, invoco solicitud de suspensión del trámite de expedición de la resolución mediante la cual el Ministerio De Ambiente y Desarrollo Sostenible establece los lineamientos para el ordenamiento ambiental de la Sabana de Bogotá.
Un proyecto de resolución de orden nacional que busca incentivar otra organización de ciudad región, en torno a los ecosistemas de importancia ambiental y alrededor del agua. Sin embargo, la magistrada Nelly Villamizar, falló a favor de la EAAB ESP, argumentando el no cumplir requisitos procesales de mayor articulación interinstitucional, ordenando reiniciar todo el trámite.
Esta dilatación es muy conveniente, para los proyectos de desarrollo que buscan blindarse legalmente, antes de que sea posible frenarlos. No es casualidad, entonces, que esta solicitud de suspensión fuera coadyuvaba por grandes personajes que han sido, históricamente, facilitadores del desarrollo de la ciudad neoliberal verde, y perpetradores de las injusticias ecológicas como el señor Néstor Franco de la CAR De Cundinamarca, -CAMACOL-, el Grupo de Energía Bogotá, y el alcalde de Bogotá, Galán entre otros.
El modelo de ciudad neoliberal, la sentencia del río Bogotá, nos dejan más preguntas que respuestas, y sobre todo una gran certidumbre de que debemos desarrollar como comunidades fuertes reflexiones críticas sobre nuestras búsquedas y exigencias de justicia.
Creemos que lo justo es la prevención antes de la descontaminación, es priorizar la creación de ecosistemas para las comunidades pluriespecies que dependen de estos ecosistemas, mediante tecnologías descentralizadas. Para esto se debe dar prioridad a la conservación de los humedales para la descontaminación. Respetando así por ende los derechos de la naturaleza.
Por eso nuestra percepción de justicia recoge lo ambiental y lo social, se alimenta del respeto por los derechos de la naturaleza, de la que somos parte y tenemos una profunda conexión. Sentimos en nuestra pequeña comunidad que somos la misma chupqua /humedal que brota como un sistema vivo, que busca mantener su salud y su equilibrio. Comprendimos que nuestro territorio es más amplio y que somos guardianas y guardianas de él, siempre que caminamos en comunidad, por una justicia ecológica.
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Bibliografía
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[1] Tibaguya traduce en lengua mhuyska traduce Ti: alegría; ba = Poder; guya = mujer fértil; la alegría del poder de la mujer fértil. (Fundación Colectivo Somos Uno, 2015)
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*Laura Sofía Castillo Villarreal, nativa del altiplano cundiboyacense, guardiana de humedales, abogada de profesión, integrante de la Fundación Colectivo Somos Uno, estudiante de la maestría en Ecología Política y Alternativas al Desarrollo de la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Ecuador, defensora de los derechos de la naturaleza, con énfasis en los derechos de los Pueblos Indígenas.
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