Abril, mayo 2020

 

Jorge Valbuena

Facatativá, Cundinamarca, Colombia, 1985

 

Magister en Estudios de la Cultura con mención en Literatura Hispanoamericana, Universidad Andina Simón Bolívar, Quito, Ecuador; Especialista en Creación Narrativa de la Universidad Central; Licenciado en Humanidades y Lengua Castellana de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. 

 

Hace parte del comité editorial de la Revista Latinoamericana de Poesía La Raíz Invertida. 

Autor de los poemarios La danza del caído y Pasajera de agua, publicados por El ángel editor, Quito, Ecuador, 2012-2014. 

 

Recientemente se publicó su libro Árbol de navío, Editorial Cuadernos Negros, Calarcá-Quindío. Promotor de lectura y gestor cultural. 

 

Actualmente es profesor en la Escuela de Literatura del Centro Cultural Bacatá, de Funza.

 

 

Ocupaciones de la poesía

Reflexiones desde la pandemia 

 

Jorge Valbuena

 

I

 

Aún son recurrentes los recuerdos en que me veo caminando de la mano de mi infancia, por los pasillos de la casa, repitiendo en voz alta los versos de un poema que debo aprender de memoria para la izada de bandera del día siguiente en el colegio. 

 

Cruzaba la noche con el sonsonete en la respiración y en los sueños, palabras taladrando una tras otra el lugar de la cabeza donde se guardan las cosas para que no se olviden. Imaginaba todo el acto, desde el saludo a la bandera, los estudiantes pilos recibiendo su banderita y en algún momento de la lista de puntos: el poema, ¨pasar a declamar la poesía¨, ahora lo recuerdo…  el miedo, el micrófono, la respiración ahogada y la manivela en el motorcito de la mente diciéndolo todo sin ningún problema… y la voz, solita, manteniéndose en el aire, como una cometa de la que solo sostenía su cola. 

 

Ahora estoy frente a una ventana, en días de pandemia (esa palabra), y observo la soledad y el silencio en todas las direcciones.  Pienso que si hubiera llevado mejor esta ventana a esas izadas de bandera y la hubiera abierto allí frente a todo el colegio, sencillamente el poema hubiera estado más saludable, se hubiera escuchado adentro, que era lo que importaba, y hasta banderita al mérito me hubieran dado por fin, quizá. 

 

 

II

 

Porque ajeno a todo lo que digan muchas personas sobre la inutilidad de la poesía (colegas incluso) siempre he creído que la poesía es lo más necesario de la existencia (sí, con exageración y totalitarismo y todo) o que sencillamente se existe siendo poesía, así no te guste ser poema. ¿Qué sería del suspiro del que anhela estar en la orilla del mar mientras observa el trancón del afán que lo lleva a su trabajo? ¿Qué sería del reflejo hablándole cada mañana a su vestigio en ese profundo idioma de los reflejos? ¿Cómo sería la noche sin los escondrijos con que trazamos las batallas internas? ¿Cómo sería nombrar esta pandemia sin todo el bullicioso silencio con que nos nombra? 

 

Por estos días nos salta a flor de piel esa condición de humanidad que todos llevamos y de la que nos asombramos de repente. ¨La poesía nos hace recordar aquello que creíamos haber olvidado¨, señaló Borges. El tiempo pasa distinto y empezamos a murmurarle sentidos a las cosas porque es necesario decir algo en medio de la incertidumbre, ponerle una dirección al viento, necesitamos un soporte que nos brinde alguna explicación medianamente ajustable a nuestra vocación de humo. Entonces abrimos un libro de poesía y nunca antes había tenido tanto sentido como ahora. Cada verso detiene el tiempo y empieza a augurarnos una extraña profecía hacia el pasado. Escuchamos esa llovizna dentro de nosotros, en los tenues tejados de cada islote. Las nubes se transforman.

 

 

III

 

La misión de la poesía es purificar el lenguaje, plantea Roberto Juarroz. Cada palabra y elemento y hecho que creíamos conocido, convenido y adaptado como único, se transforma ante los senderos líricos del poema, se tornan nuevos los significados. Nada permanece en su sitio. Abrimos entonces la ventana que tenemos ante nuestros ojos, en medio del encierro del mundo, leemos un poema al vacío y lo vamos llenando de instantes. El auditorio de recuerdos y de imágenes que nos habita empieza entonces a cantarnos una canción que creíamos haber olvidado y somos la voz que va saliendo del que canta. ¿Quién me cambió el mundo? ¿Por qué no me habían dicho que también somos una partitura?

 

 

IV

 

No hay cura aún para  el virus, dicen los noticieros que andan infectados de pánico, los rumores van y vienen por las redes sociales, analizo cada día la verosimilitud o fantasía de las palabras por la que transitamos. ¿Qué puede ser más exagerado en estas circunstancias que escribir un poema? No hay cura, no hay aviones, nos hemos olvidado de mirarnos al espejo, pero hay poesía, y anda muy ocupada por estos días. Sumergida en la necesidad de razón y sentido que buscamos todos, ella pasa tranquila como por una procesión donde es la guía. Parece que todos guardáramos un secreto pero no sabemos nombrarlo. Nos miramos a los ojos y solamente nos resta fingir que estamos a salvo. No sabemos cómo pronunciar esa oda o égloga o silva o maremoto que nos pica en la garganta del pensamiento, ni siquiera conocemos el diagnóstico, por eso mejor guardamos silencio, como cuando olvidamos los sueños por inservibles.

 

Creo que si mañana abrieran por fin un noticiero dicho con poemas, ya todo tendría sentido. ¨Atención! Atención! En inmediaciones a la población de Azul, se vio cruzar una migración de relojes detenidos, debido a la cuarentena han donado cada uno sus segunderos para construir unas alas más largas que un minuto. Los gallos han decidido unirse a esta obra de solidaridad caminando por todo el mundo persiguiendo al amanecer hasta que brote una claraboya en el tiempo. Noticia en desarrollo¨. 

 

 

V

 

La suma de los días no afectará el producto. Por efecto de la pandemia los paradigmas de la poesía han ido cambiando en medio de la gente. Mientras pasan los días y se pisa la curva, hemos acudido a los versos. Alguien en medio de esta noche, mientras intenta dormir, ha pensado en una versión única de todo este embrollo, una conspiración perfecta de la que sale la mejor ¨explicación¨ y la apunta en su libreta para que no se le olvide, o hace un meme para que se vuelva viral también, o le da sueño y puede dormir sencillamente. Estuvimos muy ausentes de nosotros mismos, y por eso volvimos a hacer poemas de amor, pero descubrimos que no todos los poemas son de amor, aunque guardan amor incesantemente, sentimos que debemos abrir ese grifo de silencio que se ha llenado. 

 

¨El Arca¨ quizá haya sido el título que Noé le puso a su poema, en medio del apocalipsis que tuvo que vivir, y el diluvio seguramente solo ese grifo abierto. No dejó escapar ni una sola especie. Cruzó el océano infinito de sus incertidumbres hasta que le inventó una orilla al último verso. Incluso las aves se mantuvieron en su sitio. Al otro día descubrió ese reguero de oleajes en la orilla de su mesita de noche, repasó en voz alta su taxonomía, borró unas cuantas orugas que le quitaban abismo. ¿Para qué un poeta en tiempos de diluvio? Pensó, dejó su poema, y se acercó al borde de su barca a seguir domesticando el camino. 

 

 

 

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