La pérdida de identidad lingüística y cultural en un país como Colombia

Por Sebastián Alfredo Rozo Jiménez

Julio, 2021

 

 

Desde el 8 de junio de 2007, día en que la Asamblea General de las Naciones Unidas acoge la decisión adoptada por la Conferencia General de la UNESCO de adoptar el 21 de febrero de cada año como el Día Internacional de la Lengua Materna, el mundo celebra esta festividad con la plena conciencia de reconocer y valorar la importancia de la lengua como manifestación y vehículo de la cultura. Esto se da de manera afortunada, porque el mundo supo darse cuenta de que muchas culturas estaban, y aún están, desapareciendo junto con muchas lenguas. Y es que la cultura difícilmente logrará sobrevivir sin una lengua que la transmita y cabe recordar aquí que lengua y cultura forjan la identidad. En Colombia, lamentablemente, y a pesar de algunos esfuerzos de entidades como el Instituto Caro y Cuervo y algunas universidades, muchas lenguas y culturas han ido desapareciendo. 

Se dice que, incluso, existen lenguas con un solo hablante, lo que irremediablemente llevará a su desaparición y con ella a la extinción de toda una cultura. Lo curioso, y a la vez triste, es que esta tragedia no solo está ocurriendo con las comunidades indígenas o minorías. Otra forma de acabar con la identidad lingüística y cultural es a través de las revoluciones tecnológicas que hoy vive el mundo. Si bien estas revoluciones son una constante desde la invención de la rueda o el alfabeto y suelen ser provechosas para la humanidad, el acelerado ritmo que llevan hoy resulta extremadamente peligroso. Las principales revoluciones de hoy se dan en el marco de lo que se ha llamado “Globalización”, que no es otra cosa que la constatación de aquella sentencia casi profética que lanzará en la segunda mitad del siglo XX el escritor e investigador canadiense Herbert Marshall McLuhan, cuando cimenta este concepto a partir de lo que denomina “aldea global”. En esta “aldea global” los valores se modifican en un ambiente electrónico de redes sociales y comunidades virtuales que cambian la forma como las personas se comunican. Para McLuhan, “los cambios sociales son el efecto que las nuevas tecnologías ejercen sobre el orden de nuestras vidas sensoriales”.

Hoy vemos cómo los avances tecnológicos y de comunicación, tales como el teléfono, la radio, la televisión, el cine, y especialmente en los últimos tiempos las redes sociales: Facebook, Twitter, Instagram, blogs y otros, afectan esa vida sensorial de los seres humanos, haciendo visibles, una vez más, los pronósticos de McLuhan de un “hombre electrónico”, que hoy puede verse identificado como aquel navegante del ciberespacio que viaja sin rumbo sobre un mar de información que lo ahoga con su imponencia; un hombre que vive atento y preocupado de los asuntos ajenos y que al mismo tiempo enajena su privacidad, que crea identidades alternas con el afán desmedido de encontrar reconocimiento, lo que lo lleva a que pierda su identidad, pues los límites entre lo privado y lo público se hacen cada vez más débiles o se desvanecen.

Pero esa identidad que se pierde no solo es la particular y singular de un individuo cualquiera, cabe aquí recordar que la suma de identidades individuales, el acervo de costumbres y de creencias forjan la identidad cultural de una comunidad y, por tanto, la perdida de la identidad individual conlleva a la perdida de la identidad cultural colectiva. McLuhan habla de una sociedad tribalizada donde la interacción física sede su lugar a una electrónica que hoy se hace evidente en la virtualidad del ciberespacio. Aunque McLuhan murió en 1981 sin conocer las verdaderas dimensiones tecnológicas y la web, previó a partir de inventos como el teléfono, la radio, el cine y la televisión, las consecuencias de la despersonalización de la comunicación, donde ya no importa quién es y mucho menos cómo ni de dónde, pues lo único importante es el mensaje. Ahora bien, con lo antes dicho es evidente que un país como Colombia está en un nivel de vulnerabilidad considerable, pues, si bien no es este un país subdesarrollado, si es un país con un cierto nivel de inconciencia y de menosprecio por la identidad, especialmente por la identidad cultural y lingüística, aunque en algunos casos se trabaje para minimizar estos riesgos, lo que permite que sea más fuerte el menoscabo de estas identidades lingüística y cultural, pues el “hombre electrónico” colombiano, el navegante del ciberespacio nacional, cada vez, como lo profetizó McLuhan, se sumerge en la necesidad de una identidad virtual más que una real; pues esta, al parecer, opera mejor para la autoestima, la auto-representación y la aceptación social. Sin duda alguna, nuestra cultura colombiana, nuestras lenguas, la idiosincrasia, la identidad, corren el riesgo de perderse en el enorme océano mundial del ciberespacio, promoviendo la tragedia de que ya no nos conozcamos o nos reconozcamos como colombianos.