Huerta Los Copetones
“Defender la Huerta para defenderlo todo”
Por Édgar Rodríguez Cruz
Octubre, 2025
La Huerta Los Copetones, ubicada en el corazón de Puente Aranda, no es solo un espacio verde, es un aula abierta, un refugio ecológico, un punto de encuentro intergeneracional donde el diálogo entre mayores y jóvenes florece con cada cosecha. En una localidad históricamente industrial, con altos índices de contaminación, el verde de Los Copetones se levanta como una bocanada de esperanza. “Las huertas urbanas son una forma de reconciliarnos con la naturaleza y con nosotros mismos”, dice la ambientalista colombiana Juliana Ramírez (2019), y esa frase parece escrita para este pedazo de tierra acosado por el sector inmobiliario.
La Huerta Urbana Los Copetones no ha sido fácil de conservar. Desde hace años, el fantasma del negocio inmobiliario ronda el parque, intentando convertir lo que hoy es verde en un proyecto habitacional. Pero Gladys y Cristina, dos mayoras huerteras, junto con la comunidad, han levantado la voz y las manos. “Defender la tierra urbana es defender el derecho a la ciudad”, recuerda Harvey (2012), y en esa defensa se ha tejido una red de solidaridad que trasciende la siembra. Vecinos, estudiantes y voluntarios se han sumado para cuidar los cultivos de lechugas, pepinos, tomates, acelgas, maíz, calabazas, aromáticas y brócoli. Lo que brota allí no son solo alimentos, sino convicciones sobre la defensa del territorio.
El sociólogo Boaventura de Sousa Santos (2018) afirma que los territorios de vida son “islas de dignidad en un océano de despojo”. Los Copetones es una de esas islas. Allí, cada semilla sembrada se convierte en una afirmación de comunidad, un acto pedagógico que enseña que la ecología también es memoria. “Las huertas nos devuelven el sentido del lugar y de pertenencia”, sostiene Escobar (2015), recordándonos que lo local también puede ser transformador.
Cada tanto, grupos de estudiantes de colegios y universidades llegan a la Huerta. Entre risas y asombro, descubren cómo un puñado de compost puede contener millones de vidas microscópicas. “La educación ambiental debe partir de la experiencia sensible”, explica Leff (2006), y en Los Copetones esa sensibilidad se cultiva con el olor de la tierra húmeda y el vuelo de los colibríes.
Doña Cristina les enseña a los niños a sembrar semillas de cilantro, mientras les cuenta que ese mismo espacio antes era un potrero abandonado., por su parte, Doña Gladys les habla del agua, del cuidado del suelo y de cómo cada planta tiene su tiempo, su ritmo y su lenguaje. En esos gestos cotidianos se construye un saber que no viene de los libros sino de la práctica, un conocimiento que entrelaza generaciones. “El diálogo intergeneracional es una herramienta de sostenibilidad cultural”, señala Capra (2020), y en Los Copetones ese diálogo germina todos los días.
La huerta es también un espacio para sanar. “Cuidar la tierra es cuidar la salud mental colectiva”, dice Ulloa (2019), y quienes visitan Los Copetones lo comprueban. Allí se puede disfrutar de la Huerta caminándola, recorriéndola, sentándose bajo un árbol a conversar sin prisa. Las huerteras han logrado convertir un espacio público en un espacio común, donde la comunidad se reconoce y se organiza. El Ministerio de Ambiente (2021) ha resaltado que las huertas urbanas en Bogotá son estrategias efectivas para mitigar el cambio climático y fortalecer la seguridad alimentaria. Pero más allá de la política pública, lo que las sostiene es el afecto.
Las manos de las huerteras, curtidas por el sol y la tierra, son testimonio de una pedagogía viva. “El trabajo comunitario fortalece el tejido social porque nos enseña a cooperar y no a competir”, afirma Torres (2017). Y así es: la huerta es un laboratorio de convivencia, una metáfora de la sociedad que soñamos. Si una planta crece mejor junto a otra, ¿por qué los seres humanos no podríamos hacer lo mismo?
La amenaza inmobiliaria persiste, pero la comunidad no se rinde. Los Copetones se ha convertido en un símbolo local de resistencia ecológica y social. “Cada metro de tierra urbana cultivada es un acto de soberanía alimentaria”, asegura Altieri (2009), pionero de la agroecología. Y en Bogotá, una ciudad que crece devorando sus zonas verdes, la huerta demuestra que la sustentabilidad no es un lujo, sino una necesidad.
La líder ambiental Cristina Sepúlveda dice con convicción: “Si nos quitan esta huerta, nos quitan el aire”. Y tiene razón. Los árboles, los cultivos y el suelo vivo contribuyen a purificar el ambiente, a mitigar el calor urbano y a recuperar la biodiversidad local. “Las huertas urbanas funcionan como pulmones ecológicos”, señala Sáenz (2020), y en Puente Aranda —una de las localidades con menor cobertura verde de Bogotá— cada hoja cuenta.
“Los Copetones” no es solo una Huerta; es una escuela intergeneracional de vida donde los jóvenes aprenden que la comida no nace en los supermercados y que cada semilla encierra una historia. Los mayores transmiten saberes sobre el clima, los abonos naturales y el uso medicinal de plantas. Esa transmisión de conocimiento, que Gudynas (2011) llama “ecología de saberes”, mantiene viva la memoria de la comunidad.
El antropólogo Martínez Alier (2014) sostiene que la justicia ambiental es también justicia social. Los Copetones encarna esa idea: un espacio donde se entrelazan el derecho al ambiente sano, el derecho a la educación y el derecho a habitar la ciudad. Las personas que vistan por primera vez la Huerta Los Copetones se despiden con una sonrisa distinta, más consciente, más verde.
Los Copetones nos recuerda que un futuro en equilibrio con la naturaleza aún es posible, que defender la huerta es defender la vida. En palabras de la mayora Cristina Sepúlveda: “Siempre estamos en la lucha. Somos huerteras y estamos en nuestro territorio”, y como lo dice la mayora Gladys Amortegu: “Estamos aquí por la defensa del territorio y del verde. Estamos defendiendo esta huerta para todos”.
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Bibliografía:
• Acosta, A. (2013). El Buen Vivir: sumak kawsay, una oportunidad para imaginar otros mundos. Icaria Editorial.
• Altieri, M. (2009). Agroecología: bases científicas para una agricultura sustentable. Nordan-Comunidad.
• Boaventura de Sousa Santos, B. (2018). El fin del imperio cognitivo. Siglo XXI Editores.
• Capra, F. (2020). Las conexiones ocultas: una ciencia para la vida sostenible. Anagrama.
• Escobar, A. (2015). Sentipensar con la tierra. Ediciones UNAULA.
• Escobar, A. (2018). Designs for the Pluriverse: Radical Interdependence, Autonomy, and the Making of Worlds. Duke University Press.
• Gudynas, E. (2011). Derechos de la naturaleza: ética biocéntrica y políticas ambientales. Abya Yala.
• Harvey, D. (2012). Ciudades rebeldes. Akal.
• Leff, E. (2006). Racionalidad ambiental: la reapropiación social de la naturaleza. Siglo XXI Editores.
• Martínez Alier, J. (2014). El ecologismo de los pobres. Icaria Editorial.
• Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible. (2021). Informe sobre huertas urbanas y sostenibilidad en Colombia. Bogotá.
• Ramírez, J. (2019). “Huertas urbanas: ecos de resistencia en las ciudades”. Revista Ambiente y Sociedad, 22(3), 45-58.
• Sáenz, P. (2020). “Infraestructura verde urbana y bienestar ciudadano”. Revista de Ecología Urbana, 18(2), 67-79.
• Torres, C. (2017). “Comunidad y cooperación: fundamentos para una sociedad sostenible”. Revista Latinoamericana de Sociología, 29(1), 102-117.
• Ulloa, A. (2019). Territorios de vida: ecologías, feminismos y resistencias. Universidad Nacional de Colombia.