Defender “Hojas de Esperanza” es defender la vida en Bogotá

Por Édgar Rodríguez Cruz

Octubre, 2025

 

En la carrera 30 con calle 19, justo a un lado de los cruces vehiculares más transitados de Bogotá, late un pedazo de tierra que se niega a morir: la “Huerta Hojas de Esperanza”, ubicada en el parque de La Hoja, en la localidad de Puente Aranda. Este espacio, levantado con el esfuerzo de más de cincuenta personas, la mayoría víctimas del desplazamiento forzado, es mucho más que un conjunto de cultivos. Es un acto de resistencia, un refugio de sanación y una lección de vida comunitaria.

 

Allí, donde antes solo había un lote abandonado, hoy brotan hortalizas, flores y árboles frutales sembrados con amor y sudor. “Hojas de Esperanza” se ha convertido en una fuente de alimento y dignidad para familias que enfrentan condiciones económicas difíciles, entre ellas una mujer que, a pesar de estar en tratamiento de diálisis tres veces por semana y no poder trabajar, logra alimentarse gracias al apoyo solidario de la huerta.

 

Pero ahora, ese espacio vital está en riesgo. Las recientes decisiones del Departamento Administrativo de la Defensoría del Espacio Público (DADEP) han reducido la protección del entorno inmediato de la huerta, abriendo la posibilidad a intervenciones y hurtos que podrían significar su total desmantelamiento. Bajo el discurso de 'recuperar el espacio público', se está intentando borrar una conquista social y ambiental lograda por la comunidad a punta de trabajo colectivo.

 

 

Desde su creación, la “Huerta Hojas de Esperanza” ha sido cuidada por personas que cargan en su historia el peso del desarraigo. Hombres y mujeres campesinos desplazados por la violencia en diferentes regiones del país que encontraron en este pedazo de tierra una forma de reconectarse con sus raíces, curar sus heridas y reconstruir comunidad.

 

Cada mata de cilantro, cada planta de arracacha, cada ají o lulo sembrado allí es una memoria viva de los territorios perdidos y, a la vez, un símbolo de que la Paz se puede sembrar incluso entre el ruido de los articulados del Transmilenio y el humo interminable de los carros por la carrera 30.

 

Sin embargo, lo que debería ser motivo de orgullo para la ciudad —un ejemplo de resiliencia y de recuperación comunitaria del espacio urbano— hoy es tratado por la administración distrital como una 'invasión'. Las decisiones del DADEP y la indiferencia por parte de la Alcaldía Mayor han puesto a la Huerta en la mira del desalojo, desconociendo su valor ambiental, social y humano.

 

Más allá de los cultivos, “Hojas de Esperanza” es un espacio de relacionamiento humano. Allí se comparten saberes ancestrales de agricultura campesina, se enseña a niños y jóvenes a cuidar la tierra, se realizan intercambios de semillas y se celebran encuentros interculturales que revitalizan el tejido social.

 

Este espacio, construido colectivamente, no solo provee alimentos a las familias participantes, sino que también ha salvado vidas. Personas en situación de enfermedad o desempleo han encontrado en la huerta una red de apoyo que garantiza su sustento con dignidad.

 

Además, la Huerta tiene un enorme valor ambiental. En una zona caracterizada por el concreto y la contaminación, "Hojas de Esperanza" actúa como un pulmón verde, mejorando la calidad del aire, atrayendo polinizadores y reduciendo el calor urbano. Es, literalmente, un oasis en medio del asfalto.

 

 

Las mismas entidades que en sus discursos celebran la “participación ciudadana” y las “acciones contra el cambio climático” son las que ahora pretenden arrasar con un ejemplo vivo de esas palabras. El DADEP, que debería ser garante del equilibrio entre espacio público y bienestar ciudadano, actúa como si la ciudad le perteneciera solo a los planos técnicos y no a las personas que la habitan.

 

Resulta indignante que, en lugar de fortalecer un proceso comunitario ejemplar, se le trate como una amenaza o invasores del espacio público. Las y los huerteros son guardianes del territorio, personas que con su esfuerzo diario protegen el bien común frente a la indiferencia institucional.

 

La “Huerta Hojas de Esperanza” debería ser reconocida oficialmente como un emblema de resistencia y fortaleza, un patrimonio vivo de la localidad de Puente Aranda. En lugar de desalojarlos, la Alcaldía debería apoyarlos con herramientas técnicas, acompañamiento ambiental, y políticas de soberanía alimentaria urbana.

 

La lucha por la “Huerta Hojas de Esperanza” no es solo local. Es una lucha que interpela a toda la ciudad, a todos los que creemos que el futuro de Bogotá debe incluir la vida, la comunidad y la tierra. Permitir el desmantelamiento de la Huerta sería una herida más en el cuerpo colectivo de una ciudad que ya ha perdido demasiados espacios verdes necesarios por la ambición frenética del sector de la construcción.

 

La comunidad ya hizo su parte: recuperó el espacio, sembró, cuidó, alimentó y enseñó. Ahora, es la Alcaldía Distrital la que debe escuchar, proteger y reconocer. Porque si la ciudad expulsa a quienes siembran, si arranca los brotes de vida en nombre de la “recuperación”, entonces Bogotá habrá perdido algo más que una huerta: habrá perdido su espíritu verde y herencia muisca.

 

Defender la “Huerta Hojas de Esperanza” es defender el derecho a la tierra, al alimento, al aire puro, a la vida en Bogotá. No se arranca la esperanza. Se cuida, se protege y se multiplica.

 

 

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