LA GOBERNANZA DEL AGUA: Entre lo Global y lo Local

Por Jaime O. López de Mesa C.[1]

jaimelopezdemesa@gmail.com

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El agua es un elemento vital para la vida, más del 70% del cuerpo humano está conformado por agua. La sobrevivencia de las especies depende del acceso al “oro azul” como se le ha denominado. No es posible la vida en la tierra sin el agua.

El pasado 22 de marzo se celebró el “Día Mundial del Agua”, una efemérides creada con el objetivo de llamar la atención sobre la problemática del agua, que atañe a toda la humanidad, y que tiene múltiples aspectos que van, desde la disponibilidad de agua potable para las comunidades, el manejo de aguas residuales tanto de uso humano como industrial, hasta las problemáticas de la conservación de los acuíferos, de las aguas subterráneas, o, el derretimiento de los glaciares en los polos debido al cambio climático.

Además de la multiplicidad de componentes en los asuntos relacionados con el agua, se suma la gran cantidad de actores involucrados en dicha problemática, empresas transnacionales, gobiernos nacionales, comunidades regionales, comunidades locales, comunidades indígenas, organizaciones no gubernamentales a nivel nacional o internacional, organismos multilaterales, que desde diferentes ángulos intervienen en el proceso del gobierno del agua, organismos y entidades como el G8, G20, Naciones Unidas, Unicef, el Consejo Mundial del Agua y el Global Water Partnership, entre otros. 

De otra parte, la lógica del ciclo hidrológico del agua implica una compleja interrelación que va desde las fuentes líquidas de agua, y su diversidad de orígenes (lluvia, fuentes subterráneas, ríos, océanos), los procesos de evaporación y condensación en la atmósfera, y su consecuente reversión a la superficie terrestre a través de las lluvias. Este proceso, además de complejo, no conoce fronteras, se lleva a cabo con base en el comportamiento de diversos elementos físicos, en particular los meteorológicos, que incluyen el calentamiento del planeta, los vientos, las corrientes oceánicas, y el uso que de los suelos se hace y que conllevan a procesos de deforestación, a grandes quemas, etcétera, todos los cuales se interrelacionan de múltiples formas allende las fronteras de los Estados nacionales.

Sin embargo, una característica sustancial es que el uso del agua, hábitos, costumbres, creencias e imaginarios construidos alrededor de su manejo tienen un carácter local, que en muy pocas ocasiones tiene alcance nacional.

Por todas estas razones los asuntos concernientes con la gestión del agua poseen una enorme complejidad: múltiples factores, abundancia de actores, configuración local de los usos del agua y ciclo hidrológico transfronterizo. De esta forma, el abordaje de la problemática del agua sólo es posible desde una perspectiva interdisciplinar, inclusiva en términos democráticos, esto es, que implique todas las voces involucradas en igualdad de condiciones, desde las locales hasta las de mayor cobertura a nivel global.

El acceso oportuno al agua, suficiente y de calidad ha sido declarado por Naciones Unidas un derecho humano, un derecho tardíamente reconocido pero que tiene enormes repercusiones entre los diversos factores y actores involucrados. Es un obstáculo, al menos en teoría, de que el agua se convierta en una mercancía susceptible de privatizar mediante el desconocimiento del derecho del acceso al agua. Cualquier proceso de privatización de la oferta de agua potable supone el reconocimiento de dicho derecho y, por lo tanto, un tratamiento particular para aquellas comunidades más vulnerables que tengan incapacidad económica o de otra índole para su disfrute.

Sin embargo, la privatización del agua no se agota en la oferta de agua potable. En efecto, existen diversos mecanismos y variadas estrategias que en la práctica constituyen formas de privatización del líquido vital. Por ejemplo, la apropiación en el origen, en las fuentes del agua potable, para embotellarla y venderla como una mercancía en forma masiva, constituye, de facto, una forma de privatización. Igual ocurre cuando grandes empresas transnacionales utilizan pozos profundos para sus procesos productivos, o cuando, en el marco del modelo neoliberal, dichas empresas reciben descuentos tributarios por su inversión, mientras explotan los recursos hídricos para su enriquecimiento personal a costa de la oferta futura del precioso líquido, ejemplos abundan, citemos tan sólo las grandes empresas productoras de bebidas gaseosas o de cervezas.

Con el ascenso progresivo del cambio climático, del calentamiento global, y ante la imposibilidad de detener la deforestación de extensas zonas vitales para la conservación de recursos acuíferos, por ejemplo, en la Orinoquía colombiana o en la Amazonia brasilera, dos entre muchos casos, así como la potrerización de extensas zonas de ladera, como en los dolorosos casos del Macizo Colombiano, fruto de los procesos de colonización, que en diversas ocasiones son impulsados por la ambición de enriquecimiento ilícito a través de cultivos prohibidos, ciclo redondeado por el drástico deterioro ambiental generado por la lucha contra dichos cultivos, a la vez, de imposición de grandes proyectos de infraestructura que atentan contra los recursos hídricos, como en el caso de las grandes hidroeléctricas financiadas por el Banco Mundial, del cual la represa del Quimbo es un botón de muestra, ha crecido en los últimos lustros la necesidad de generar una “gobernanza del agua", una forma de gobierno que permita, en forma preventiva, la conservación del agua para las futuras generaciones.

Ha surgido así una idea que poco a poco se ha estado construyendo alrededor de la gobernanza del agua. El concepto de gobernanza es complejo, implica, por supuesto, los principios “de buen gobierno”, que incluye las exigencias “elementales de la democracia que son el acceso a la información y el deber de los gobernantes de rendir cuentas” así como “la percepción de los principios y de las prácticas y efectivas”, que en síntesis, “incluye las nociones de legislación, derecho, política, instituciones y gestión pública, pero sobre todo se interesa por la manera en que funcionan las cosas en una realidad” (Calame 2003:17)[2]

Se trata, en principio, de una perspectiva estratégica para gobernar que implique la participación de la ciudadanía en forma activa, tanto en el diseño de las políticas como en los diagnósticos que preceden a dicho proceso, así como en la ejecución y el seguimiento de las mismas. Esto, desde la perspectiva de la gobernanza democrática que marca una diferencia con la propuesta que implícitamente se ha impuesto, generada por el Banco Mundial. La gobernanza tiene diferentes niveles de acción y de influencia, se habla entonces de la gobernanza multinivel, que incluye el nivel global, nacional y local.

La gobernanza del agua no permite resquicios antidemocráticos por tratarse, como ninguno, de un componente vital para la vida. En ese proceso de generación de gobernanza global del agua han intervenido diferentes actores. Desde la perspectiva de los agentes económicos dominantes encontramos el Plan de Acción del G8 generado en su reunión de junio del 2003 en la ciudad de Evian (Francia), en el que se reconoció que son fundamentales para la gobernanza del agua “los marcos legales, regulatorios, institucionales y técnicos apropiados”, siempre en el marco de la economía de mercado y de la liberalización del comercio.

De otra parte, la Asociación Mundial para el Agua, Global Water Partnership -GWP-, ha resaltado que, aunque los asuntos del agua tienen una dimensión internacional sustancialmente importante, la gestión del agua debe abordarse y partir desde el nivel nacional y local.[3]

Esto coloca, justamente, la problemática del agua entre los dos extremos de la gobernanza, la gobernanza global y la gobernanza local. La gobernanza global del agua supone el riesgo de un sesgo antidemocrático en sus políticas y resultados, en tanto, el diseño y la ejecución de dichas políticas están dominados por grandes intereses corporativos y de los estados más poderosos en términos económicos y políticos del mundo. El Plan de Acción del G8, que ya hemos mencionado, es un buen ejemplo de ello, sin embargo, por las características que se mencionaron al iniciar esta reflexión, no es posible construir una gobernanza del agua sin pasar por lo global.

Igual situación se presenta de lado contrario, sin incluir las necesidades, las costumbres, los mitos y creencias, los usos culturales y sociales y la gestión tradicional del agua en las comunidades, no será posible construir una gobernanza del agua eficiente que garantice el suministro de la misma a las futuras generaciones.

En este orden de ideas, desde lo local, cada uno de nosotros tenemos nuestra propia responsabilidad en la preservación del oro azul, sin el cual nuestros hijos y sus hijos no podrán sobrevivir. Esa es nuestra responsabilidad que debe ser ejercida a diario y no solamente cuando se celebra el día mundial del agua. 

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[1] Economista. Magíster en Economía. Magíster en Ciencia Política. Candidato a Doctor. Profesor Universidad Javeriana – Bogotá. Las opiniones expresadas son de responsabilidad del autor y no constituyen el pensamiento de las instituciones con las que está vinculado.
[2] Calame, Pierre (2013) Hacia una revolución de la gobernanza. Reinventar la democracia. Universidad Andina Simón Bolívar. Corporación Editora Nacional. Quito. Ecuador.
[3] Véase http://www.gwp.org/

 

 


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