Franz Kafka a los 40 años, por IA
Franz Kafka a los 40 años, por IA

Franz Kafka, 100 años

dos cuentos

Por Redacción Quira medios

julio, 2024

 

En este 2024 recordamos al escritor Franz Kafka, nacido en la legendaria ciudad de Praga, -para ese entonces Reino de Bohemia del imperio Austrohungaro, hoy: República Checa. Kafka nacería un martes 3 de julio de 1883. Esta cuidad de Europa del Este sería la cuna de artistas, escritores y músicos como: Mucha, Max Brod, Milan Kundera, Vera Ralston, entre varias personalidades. 

 

Kafka falleció el 3 de junio de 1924 en Kierling, Austria. En julio se conmemora a nivel mundial 100 años de su ausencia.

 

Luego de una prolongada crisis laríngea, y luego de más de 5 años de tuberculosis, perdió la vida en el sanatorio Kierlonk, cerca a Viena, Austria, a la edad de 41 años. Nunca se enteró de ser el Kafka que movió de manera categórica la literatura del siglo XX y XXI.

 

Dora Diamant, actriz y compañera sentimental por más de un año y quien le acompañó en los últimos días, se permitió darle a oler unas flores que había tomado para él, justo antes del momento de expiración debido a una aguda y penosa tuberculosis.

 

La obra de Kafka habría de influir grandes escritores como Jorge Luis Borges, Cortázar, Abert Camus, Patricia Highsmith, Paul Auster y Alice Munro, entre muchos otros. 

 

Se ha acuñado el terminó "kafkiano" para denotar “una situación inquietante por su absurdidad o carencia de lógica, que recuerda a la atmósfera de las novelas de Kafka”, dice el pequeño Larouse ilustrado. Una situación kafkiana es un tanto ilógica, casi surreal, siniestra y escalofriante.

 

Si bien el humor negro y el pesimismo hacen parte de algunos de los elementos fundamentales en la obra de Franz Kafka, su trabajo creativo es enormemente complejo, diversa y casi profética para su época. Muchos de sus cuentos tienen la virtud de la brevedad procurando una potencia atmosférica que caracteriza toda su narrativa. Las relaciones familiares, en especial la que llevó con su padre Hermann Kafka, provocó sin duda un carácter particular en este escritor, que le marcó con inseguridad constante hasta el punto de nunca querer publicar en vida.

Su madre Julia Kafková es el parangón de la ternura, el cuidado e infortunadamente la sumisión, factor que muy seguramente contribuyó en la personalidad del joven Franz.

 

Amigos íntimos como el escritor, editor y compositor Max Brod, quien le acompañaría toda la vida, afirman que Franz Kafka tendía a ser enamoradizo, profundamente consagrado con la escritura, pero sumamente inseguro con sus textos. 

 

A Brod se le debe la desobediencia ante la solicitud de desaparecer la obra de Kafka, dictamen que el mismo Franz emitiría a su amigo antes de su muerte. Max Brod no solo la salvaguardaría la obra de su amigo, sino que la hizo pública; la editó y además consignó detalles importantes de su relación amistosa, vital y del oficio de la creación en la biografía: Franz Kafka, publicada en alemán en 1937 por el mismo Brod.

 

Estos dos cuentos seleccionados, versiones del escritor puertorriqueño Luís López Nieves, son una muestra de la diversidad y virtud narrativa del escritor de Praga de todos los tiempos.

 

Franz Kafka y Dora Diamant, hacia 1923
Franz Kafka y Dora Diamant, hacia 1923

 

Un mensaje imperial

 

El Emperador, tal va una parábola, te ha mandado, humilde sujeto, que eres la insignificante sombra arrinconándose en la más recóndita distancia del sol imperial, un mensaje: el Emperador desde su lecho de muerte te ha mandado un mensaje para ti únicamente. Ha comandado al mensajero a arrodillarse junto a la cama, y ha susurrado el mensaje; ha puesto tanta importancia al mensaje, que ha ordenado al mensajero se lo repita en el oído. Luego, con un movimiento de cabeza, ha confirmado que está correcto. Sí, ante los congregados espectadores de su muerte -toda pared obstructora ha sido tumbada, y en las espaciosas y colosalmente altas escaleras están en un círculo los grandes príncipes del Imperio- ante todos ellos él ha mandado su mensaje. El mensajero inmediatamente embarca en su viaje; es un poderoso, infatigable hombre; ahora empujando con su brazo diestro, ahora con el siniestro, taja un camino al través de la multitud; si encuentra resistencia, apunta a su pecho, donde el símbolo del sol repica de luz; al contrario de otro hombre cualquiera, su camino así se le facilita. Mas las multitudes son tan vastas; sus números no tienen fin. Si tan sólo pudiera alcanzar los amplios campos, cuán rápido él volaría, y pronto, sin duda alguna, escucharías el bienvenido martilleo de sus puños en tu puerta.

 

Pero, en vez, cómo vanamente gasta sus fuerzas; aún todavía traza su camino tras las cámaras del profundo interior del palacio; nunca llegará al final de ellas; y si lo lograra, nada se lograría en ello; él debe, tras aquello, luchar durante su camino hacia abajo por las escaleras; y si lo lograra, nada se lograría en ello; todavía tiene que cruzar las cortes; y tras las cortes, el segundo palacio externo; y una vez más, más escaleras y cortes; y de nuevo otro palacio; y así por miles de años; y por si al fin llegara a lanzarse afuera, tras la última puerta del último palacio -pero nunca, nunca podría llegar eso a suceder-, la capital imperial, centro del mundo, caería ante él, apretada a explotar con sus propios sedimentos. Nadie podría luchar y salir de ahí, ni siquiera con el mensaje de un hombre muerto. Mas te sientas tras la ventana, al caer la noche, y te lo imaginas, en sueños.

 

FIN

Franz Kafka, 1919


Max Brod y Franz Kafka, década de los 20.
Max Brod y Franz Kafka, década de los 20.

Buitres

 

Érase un buitre que me picoteaba los pies. Ya había desgarrado los zapatos y las medias y ahora me picoteaba los pies. Siempre tiraba un picotazo, volaba en círculos inquietos alrededor y luego proseguía la obra.

 

Pasó un señor, nos miró un rato y me preguntó por qué toleraba yo al buitre.

 

-Estoy indefenso -le dije- vino y empezó a picotearme, yo lo quise espantar y hasta pensé torcerle el pescuezo, pero estos animales son muy fuertes y quería saltarme a la cara. Preferí sacrificar los pies: ahora están casi hechos pedazos.

 

-No se deje atormentar -dijo el señor-, un tiro y el buitre se acabó.

 

-¿Le parece? -pregunté- ¿quiere encargarse del asunto?

 

-Encantado -dijo el señor- ; no tengo más que ir a casa a buscar el fusil, ¿Puede usted esperar media hora más?

 

– No sé -le respondí, y por un instante me quedé rígido de dolor; después añadí -: por favor, pruebe de todos modos.

 

-Bueno- dijo el señor- , voy a apurarme.

 

El buitre había escuchado tranquilamente nuestro diálogo y había dejado errar la mirada entre el señor y yo. Ahora vi que había comprendido todo: voló un poco, retrocedió para lograr el ímpetu necesario y como un atleta que arroja la jabalina encajó el pico en mi boca, profundamente. Al caer de espaldas sentí como una liberación; que en mi sangre, que colmaba todas las profundidades y que inundaba todas las riberas, el buitre irreparablemente se ahogaba.

 

FIN

Franz Kafka, 1936


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