o Cuando los buseteros se transforman en estrellas del Glam
Por Fabienne Le Blevec
Domingo por la noche. La Bogotá lluviosa como siempre.
Una calle de mala fama.
Basura tirada al piso. Hombres tirados al piso. Una de cada dos baldosas está despegada. Unos transeúntes van pasando.
Otros se eclipsan rápidamente.
Entran por una puerta sin anuncio. En el antro de las transformaciones.
Antro que se trasladó por obligación hace unos años.
La iglesia al lado no podía soportar más la presencia de esos seres extraños.
Finalmente, el amor de Dios no alcanza para todos como lo venden. Otra estafa.
Adentro, las paredes están cubiertas de discos en vinilo y de una capa de nicotina acumulada desde hace treinta años más o menos.
Hombres, hombres y más hombres.
Hipersecreción de testosterona.
Mayores, vecinos, doctores, morenazos, tenderos, jóvenes, feos, elegantes, canallas, porteros, gordos sudados, cara-bonitas, padres de familia, amanerados…
El lugar se llena. Un ochenta por ciento de humedad.
Una hora de aguardiente después, el volumen de la música sube.
Las bufandas de lana que envuelven los cuellos caen sobre los brazos y se transforman en boas femeninas.
Los clientes sacan los abanicos de los bolsillos y todos empiezan a botar plumas. Una centena de pájaros de noche arrullan. Delicados.
En el escenario de un metro cuadrado se sube uno o una, pues como quiera definirse. Él/Ella canta playback:
yo soy la María María
no ando con razones razones
llevo por mi cuenta y en mi cuenta
cinco batallones
Todos repiten el coro. Entusiasmados. Se quedan pensando en los cinco batallones de vergas y culitos, listos para ser atendidos.
Intercambios de miradas. Acercamiento. Desaparición en el baño.
Otro-otra se sube a la plataforma y canta música pa’ planchar.
Sostiene el micrófono con la mano derecha, cual duquesa con su taza de té y con la izquierda hace deslizar suavemente el cable entre sus dedos. Sus uñas postizas son impecablemente pintadas; con un inolvidable rojo fufura.
En ritmo, en top y con la barriga afuera se balancea. Enorme y divina.
Es el turno del Cachaco. Una banda sonora extraterrestre suena: ópera japonesa.
Gritos y susurros.
Ahuiahuiiiiiiiiiaaaauuuuiiiiiii.
Se la sabe todo de memoria. Nueve minutos. Una hazaña. Mucho éxito.
¿Cuántas horas de ensayo pasó frente al espejo?
¿Y cuántos años lleva esa mujer encarcelada en este cuerpo de hombre?
¿Cuántos años ocultándola?
Y todos los años que le quedan por delante.
Una esquizofrenia tropical. Un ser fracturado entre Bruce Willis y Lady Gaga.
Pero, para su salvación, cada domingo por la noche, la diva, la reina, la muñeca sale a flote. La estrella del Glam frustrada y su belleza radiante se da a conocer.
Resplandor bajo las luces de neón, entre cuatro paredes amarillas, por un público exclusivo. Todas reunidas.
Rosa, Margarita, Narciso
Flores de las noches escondidas
Habitan mi corazón
Sobre mi retina
Las inmortalizo
Las llevo a mi casa
Ramo de flores de plástico.
Especial dedicación a Jean Genet.
***
Fabienne Le Blevec
Desde el 2001, Fabienne Le Blevec ha transitado por Bogotá y el mundo a la caza de espacios y experiencias estéticas que le permitan desarrollar diversas manifestaciones artísticas, como la danza, la fotografía y el video; pero todas ellas siempre enlazadas a su fundamento: la poética. A partir del 2017, como parte de una iniciativa más amplia, ha convocado a diversos personajes y artistas para cooperar creativamente en torno a su fuerza vital y estética. De este modo surge Mordax Colectivo, un espacio de confluencia y de creación transdisciplinar. Por Camilo Barajas.
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Foto BY Rafael Molia
Reseñá BY Camilo Barajas
Diseño BY Cesar Young