El movimiento social afrocolombiano
"Una ficha decisiva para Colombia"
Por Mauricio Lemos Mosquera Olori´ire*
Julio, 2025
Lo primero que debo decir es que no existe un movimiento social afrocolombiano, y argumentar que existe sería negar la posibilidad de conformar uno real.
Esta afirmación no pretende desconocer los numerosos esfuerzos organizativos, comunitarios, locales y de base que han surgido a lo largo de la historia republicana de América Latina y Colombia, en particular. Desde las estructuras de negros libres y organizados, como lo demuestran los más de 6.000 palenques, quilombos, cumbes, mocambos o cumbales creados entre los siglos XVI y XIX, ha habido una capacidad innegable de resistencia, autonomía y construcción de comunidad. Por ejemplo, solo en Brasil, durante el periodo colonial, existieron al menos 6.000 comunidades quilombolas; incluso, algunas fuentes elevan la cifra hasta 7.666 (Agência Brasil, 2024).
Esto demuestra que las mujeres y hombres descendientes de africanos han sabido organizarse en condiciones extremas para construir bienestar colectivo. Decir que no hemos avanzado sería injusto, pero preguntar hacia dónde vamos también es coherente y necesario.
En el caso colombiano, es emblemático el pasado escenario electoral de la primera vuelta de las elecciones presidenciales del 2022. De las ocho fórmulas presidenciales, cinco llevaban candidatos o candidatas afrodescendientes en la vicepresidencia: Francia Márquez, Marelen Castillo, Luis Gilberto Murillo, Sandra de las Lajas Torres y Ceferino Mosquera. Esto indicaba una alta probabilidad de que una persona negra, afrocolombiana, raizal o palenquera ocupara la vicepresidencia. Al mismo tiempo, dejó entrever la estrategia de las campañas por atraer el voto afro. Surge la pregunta si fue una apuesta por la representación real o una moda electoral, porque, hay que decirlo: las modas cambian.
En la actualidad, la población que se reconoce como negra, afrocolombiana, raizal o palenquera - NARP-, es de aproximadamente 4.671.160 personas, es decir, el 9,34 % del total nacional (Consejo Nacional de Planeación, 2024). Asumiendo una estructura etaria similar a la del país, se estima que cerca del 70 % de esa población, aproximadamente 3.269.812 personas. tiene edad para votar. Esta cifra convierte a las comunidades afro en un potencial electoral determinante. Sin embargo, ese significativo volumen de votos, por ahora, no se traduce en una capacidad real para incidir y decidir sobre su propio destino.
Históricamente, es innegable la desconexión de muchos dirigentes afrocolombianos con sus territorios. Como dice Manuel Zapata Olivella: “Los negros no han sido representados por sus propios valores culturales, sino por la caricatura que de ellos hacen sus opresores y, peor aún, por los negros que se asimilan a estos modelos” (Zapata Olivella, 1974).
Como pueblo, seguimos enfrentando el dilema de si nuestros liderazgos representan nuestras vivencias y aspiraciones, o si se han convertido en mediadores funcionales al sistema que dicen cuestionar.
“Los afro notables ya no saben dónde queda el río”.
En su novela "Changó, el gran putas", Zapata afirma: “Será Changó quién les dará su fuerza espiritual a los esclavos para renacer en el nuevo continente. Sea en los Estados Unidos, en las diversas islas del Caribe, en el Brasil, Colombia o Perú, los africanos van a jugar un papel decisivo en los destinos de estas naciones porque sus luchas libertarias se conjugaron con las de Independencia en el siglo XIX” (Zapata, 2020, p. 21).
¿Será a través de Changó, como lo propone el ekobio/1/ Manuel, que lograremos nuestra verdadera independencia? Yo creo que sí. Porque son los Orishas quienes tejerán los puentes hacia el reencuentro con nuestra memoria, nuestra espiritualidad y nuestra autonomía. El movimiento social afrocolombiano del futuro no podrá prescindir de esa dimensión espiritual y epistémica.
Decir que ya existe ese movimiento implicaría conformarse con una fragmentación que muchas veces reproduce las mismas lógicas de exclusión que se critican: proyectos dispersos, liderazgos cooptados, agendas dictadas desde lógicas externas al territorio e incluso una burocratización de las luchas que debilita su poder transformador.
Lo que sí existe es un campo de disputa, donde distintos sectores afrocolombianos, como los consejos comunitarios, organizaciones de mujeres, procesos juveniles, artistas, académicos y líderes ancestrales luchan por construir una voz colectiva. Pero todavía falta una unidad estratégica que supere las divisiones territoriales, ideológicas y de clase. Falta una narrativa común que rebase los intereses particulares y se posicione como un proyecto político afrocentrado, que no se limite a demandar inclusión, sino que proponga un modelo alternativo de nación fundado en la justicia racial, epistémica y territorial.
Negar que ya exista un movimiento no es restarle valor a las luchas pasadas y presentes; es, más bien, abrir el horizonte hacia la necesidad de crear algo que aún está en proceso: un verdadero movimiento social afrocolombiano, plural pero coherente, radical pero propositivo, que no se contente con ser tolerado dentro del sistema, sino que aspire a transformarlo desde sus raíces.
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/1/Ekobio - palabra que se refiere a la hermandad, amistad o compañerismo entre personas, especialmente dentro de las comunidades afrodescendientes.
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*Mauricio Lemos Mosquera Olori´ire
Ingeniero en telecomunicaciones, graduado de la Escuela de Artes en el Oficio de Madera. Estudiante de filosofía. Maestro babalow
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