El lenguaje de Carolina González es profundamente sensorial y evocador, logrando que el lector sienta, a través de las palabras, las texturas, sonidos y movimientos de los animales que describe.
Este enfoque invita a una reflexión sobre nuestra propia animalidad y la manera en que hemos sido educados para separarnos de ella, mostrándonos en cada poema que es casi que imposible
desligarnos de este lugar.
En resumen, este libro es una invitación a dejarse llevar por lo instintivo, lo salvaje y lo primitivo que habita en nosotros, a través de una prosa que es tan inquietante como hermosa.