De la independencia a la autonomía y autodeterminación en Colombia
Por Édgar Rodríguez Cruz
Julio, 2025
La actual crisis diplomática con Estados Unidos, enmarcada en un supuesto complot contra el presidente de Colombia, devela la necesidad de proteger la Democracia nacional de los poderes locales temerosos de superar la historia, e intereses internacionales que se crean con el “Derecho Manifiesto” de bajar y subir gobiernos a su conveniencia.
Se puede estar a favor o en contra de Gustavo Petro hasta el punto de la adoración divina o el rechazo vilipendiador. Las figuras públicas, especialmente en la política, suelen despertar ese tipo de pasiones, lo cierto es que es el presidente electo con la votación más alta en la historia del país. Sin embargo, lo que no se puede aceptar son los ataques a la institucionalidad y las estratagemas dirigidas a generar crisis de gobernabilidad porque afectan el fundamento y mecanismo de la democracia misma. En otras palabras, ni en el odio ni en la política todo se vale, el respeto, el cumplimiento de la Constitución y todas las normas que de ella emanan son la carta de navegación que nos posibilitan sentar las bases de una sociedad garante de derechos para toda la ciudadanía.
A propósito del 20 de julio, “Día de la Independencia Nacional en Colombia”, esta situación muestra que en este momento la sociedad colombiana tiene el llamado histórico de fortalecer su autonomía y autodeterminación, entendiendo que solo con un Estado soberano es que se pueden proteger y blindar las instituciones democráticas que posibilitan su existencia y funcionamiento, posibilitando sentar las bases de una sociedad más igualitaria en el acceso a las oportunidades, que respete la vida y se desarrolle en armonía con la Naturaleza.
Colombia vive una paradoja histórica, aunque conquistó su independencia en el siglo XIX, continúa atada a formas de dominación que obstaculizan su desarrollo como nación. Frente a esta realidad, es urgente profundizar una autonomía que no se limite a lo jurídico o político, sino que transforme radicalmente la identidad nacional desde la dignidad, la interculturalidad y el respeto profundo por la vida.
Esta autonomía debe fundarse en la decolonización del pensamiento, la autodeterminación de los pueblos y el florecimiento de una conciencia colectiva conectada con el espíritu de la Tierra y la energía del universo.
En este sentido, la interculturalidad tiene un rol estructural como un proceso ético, cultural y político para el diálogo y articulación entre saberes diversos. Las cosmovisiones ancestrales, que han resistido siglos de colonización, ofrecen claves fundamentales para resignificar la relación entre la colombianidad y la naturaleza, reconociendo que la Tierra no es un recurso ni un factor de producción, sino un ser vivo con plenitud de derechos, y el ser humano es su cuidador. A su vez, la filosofía yoruba, arraigada en muchas comunidades colombianas, aporta otra visión fundamental: la vida es sagrada porque todo está atravesado por el Aṣẹ, la energía espiritual que fluye entre los seres y las cosas. Como lo comento en una entrevista el maestro babalow Mauricio Lemos, “la filosofía yoruba consiste en vivir en armonía y alegría con las formas de vida, pues todo está interconectado”. Esta ética de la interdependencia contrasta con la lógica individualista y extractivista impuesta por la modernidad “civilizatoria”. Además, inspirado en el pensamiento del maestro Orlando Fals Borda, es fundamental focalizar el desarrollo del país en procesos locales, ya que las transformaciones sociales deben surgir desde las comunidades, esto posibilita los procesos de autodeterminación que implica la cultura propia.
El clientelismo y la corrupción son mecanismos de control que perpetúan la dependencia de las comunidades frente a círculos de poder anquilosados. Erradicarlos requiere una democratización profunda de la vida pública, donde la ciudadanía ejerza control directo sobre las decisiones que afectan sus territorios. La participación ciudadana no puede limitarse al voto, debe expresarse en asambleas comunitarias, veedurías sociales, cabildos abiertos y formas propias de gobierno local, especialmente en regiones con identidad ancestral.
Las autonomías regionales son fundamentales para esta transformación. No se trata solo de descentralizar funciones, sino de reconocer la autodeterminación de los pueblos y garantizar la soberanía alimentaria, energética, educativa y cultural desde lo local. La experiencia de los territorios indígenas con sus sistemas normativos propios, o las iniciativas afrocolombianas de conservación biocultural, son ejemplos valiosos de autogobierno y defensa de la vida.
Un proceso autónomo de esta envergadura, obligatoriamente debe estar atravesado por una reforma a la educación dirigida a reconectar a las personas con su entorno, su historia y sus raíces. Como decía el pedagogo Paulo Freire: “La educación verdadera es praxis, reflexión y acción del hombre sobre el mundo para transformarlo”. En este sentido, el aprendizaje debe partir de las realidades concretas de los estudiantes y contribuir a la transformación de sus comunidades.
Las artes, especialmente el teatro, la música y la literatura, tienen un papel central en este proceso. No solo desarrollan habilidades estéticas, sino que despiertan la inteligencia sensible, la empatía y la capacidad de imaginar otros mundos posibles. El arte nos humaniza, nos conecta con el dolor ajeno, con la belleza y con la complejidad de la existencia, convirtiéndonos en seres empáticos, más inteligentes y preparados para la vida.
Igualmente fundamental es la educación emocional y sentimental. Una sociedad que niega las emociones genera seres fragmentados, incapaces de establecer vínculos sanos consigo mismos, con los demás y con el planeta. La pedagogía del cuidado, del perdón, del respeto y del afecto es clave para sanar las heridas de un país atravesado por la violencia y el desarraigo.
La autonomía y autodeterminación deben proyectar una Colombia verdaderamente multicultural, donde se erradiquen el racismo, el sexismo, el clasismo y todas las formas de discriminación. La diversidad no puede seguir siendo una palabra vacía en los discursos oficiales: debe ser un principio activo en las políticas públicas, en la justicia, en los medios de comunicación y en una vida cotidiana decolonizada.
Proteger la niñez y la ancianidad implica reconocer a estos grupos no como “cargas” sociales, sino como fuentes de sabiduría, creatividad y ternura. Una sociedad que no cuida a sus niños ni honra a sus mayores ha perdido su alma. A manera de compromiso social y humano, Colombia debe enfocarse en que nazca una primera generación en tiempos de Paz, libre de violencias y con todos los derechos sociales garantizados. Esa sería la generación axial capaz de arraigar todas las transformaciones necesarias para la vida en el país.
Hoy, a días de conmemorar los “215 años de la Independencia Nacional”, en plena crisis diplomática y con un claro ataque a la institucionalidad, se hace evidente que Colombia necesita con urgencia construir un proyecto de nación que fortalezca su identidad y respeto por la Democracia. Un proyecto de nación que le permita caminar de la independencia a la autonomía y autodeterminación, no desde la violencia ni la imposición, sino desde la dignidad, el diálogo de saberes, la participación popular, el respeto por la vida y una apuesta indefectible por la paz.
Mónica López (sábado, 05 julio 2025 22:33)
Potente mensaje el que nos deja el autor: La necesidad de la “decolonización del pensamiento, la autodeterminación de los pueblos y una conciencia colectiva que valore la Tierra y la naturaleza de la cual hacemos parte”. Muy buen artículo, que invita a la reflexión.
Sergio Antonio Chiappe (sábado, 05 julio 2025 20:40)
Hay en esta editorial una clara y profunda reflexión sobre la herida que atraviesa el pueblo colombiano. También Edgar nos presenta la grandiosa oportunidad de enderezar el rumbo y dar cimientos a las generaciones de colombianos que vienen en camino y a los cuales les debemos un mejor país. Felicitaciones hermano por tan buen y oportuno texto.
Diego (sábado, 05 julio 2025 20:32)
Anarquía y destrucción !
Lilia Gutiérrez Rkveros (sábado, 05 julio 2025 19:35)
Gracias a Quira Medios y a Edgar Rodríguez por este editorial que invita a la reflexión, a conectar los valores individuales y colectivos.
Herman W. Martínez Ch. (sábado, 05 julio 2025 19:32)
20 de Julio de 1810: "Primer Grito de Independencia" frente al Imperio español (que selló la Independencia en 1.819)
Hoy las multitudes ciudadanas se mueven y movilizan por lograr la 2a Independencia; y realizar una Soberanía Nacional en desarrollo.
Marisol Palacio Cepeda (sábado, 05 julio 2025 19:06)
Reflexión pausada, profunda y prístina que sin duda reactiva, robustece y fortalece el amor, la esperanza y la confianza por un país como Colombia conectado con la naturaleza y su esencia democrática !!!
JorgeO (sábado, 05 julio 2025 17:32)
Es la propuesta más integral que haya conocido.
FELICITACIONES