Jaime O. López de Mesa C.*
jaimelopezdemesa@gmail.com
Mayo - Junio, 2018
Cada semana llegan noticias de la guerra en Siria y con cada una de ellas pareciera que se está llegando al fondo del abismo y así, semana tras semana, la situación es cada vez más crítica de lo que se pudiera haber calculado hace unos años cuando inició esta nueva etapa del martirio al pueblo sirio.
Por su ubicación estratégica, con salida al mar Mediterráneo al este y colindando con Irak al oeste, Turquía al norte, Líbano al este y Jordania al sur y al sureste, el territorio sirio siempre ha sido objeto de frecuentes invasiones por parte de diversos imperios, desde los egipcios hasta el imperio turco otomano, pasando por el imperio persa, entre otros.
Más allá de la dura realidad de una lucha religiosa que enfrenta a sunníes -la fracción mayoritaria del islam- contra chiíes -cisma dentro del islam, minoritario, pero detentadores del poder político y militar-; de la terrible dictadura de Bashar al Asad y de la lucha del pueblo sirio por un país democrático que tuvo su momento de eclosión en marzo de 2011 cuando la población se movilizó, en el marco de las (mal) denominadas primaveras árabes y fuertemente reprimida por las fuerzas de seguridad del régimen; y más allá del oportunismo de facciones musulmanas radicales, como el Frente al Nusra, ISIS y Al Qaeda, que capitalizaron la crítica situación para declarar un califato en territorio sirio, más allá de esta complicada y terrible situación, se encuentran los intereses sobre Siria como lugar estratégico para la salida de varios proyectos de gasoductos que conduzcan a territorio europeo el preciado combustible que le restaría poder de negociación a Rusia quien actualmente es el principal abastecedor de gas natural del viejo continente.
Y en eso radica la importancia geopolítica de Siria, que por su ubicación se constituye en el lugar ideal para la salida al mar Mediterráneo de gasoductos que atraviesan todo el Medio Oriente desde el lejano Qatar e Irán.
En efecto, a 3000 metros de profundidad en el Golfo Pérsico existe un campo, el mayor en el mundo de gas natural, desarrollado desde 1989 entre Qatar e Irán denominado South Pars / North Dome, con 51 billones de metros cúbicos de gas y 50,000 millones de metros cúbicos de condensados líquidos. El problema consiste en que sacar este gas al mercado europeo requiere atravesar territorio del Medio Oriente lo que ubica a Siria en el ojo del huracán.
Este constituye un componente geoeconómico central para entender la actual guerra en Siria, es el mayor interés escudado tras las luchas políticas-religiosas. Sin pretender restar importancia a la confrontación entre las diferentes facciones religiosas, a la revuelta contra la dictadura y la búsqueda de un país democrático, un elemento que permite comprender el porqué de tantos intereses con fuegos cruzados en territorio sirio es el trazado de los gasoductos que se han pretendido construir y que han encontrado serios obstáculos para su desarrollo, en particular por la negativa del presidente Bashar al Asad.
Ya en 2001 después de los atentados del 11 de septiembre se configuró un proyecto entre los Estados Unidos, la OTAN y sus aliados del Medio Oriente cuyo objetivo era asegurar el suministro de la riqueza gasífera desde el Medio Oriente a occidente. Dicho plan implicaba varios objetivos entre los cuales se encontraban Afganistán, Irak, Libia, Somalia, Sudán e Irán. La historia ha demostrado que dicho plan se ha puesto en marcha aunque con algunos contratiempos, Irak y Afganistán fueron invadidos, Libia fue sometida a una cruenta lucha en manos de “escuadrones de la muerte”, y se ha tratado de dominar a Irán por diferentes medios, recurriendo recientemente a satanizarlo como un Estado fallido.
Se incluyó a Siria por su posición estratégica, pero además, por su vecindad con Líbano quien también goza de reservas gasíferas, amén de las potenciales reservas que existen en las propias costas de Siria, aún por probar.
Todos estos movimientos se enmarcan en el principal proyecto impulsado por Estados Unidos, la Unión Europea, la OTAN y sus aliados en Oriente Medio, el denominado Proyecto Nabucco, que iniciaría su trayectoria en Asia central en los alrededores del Mar Negro pasaría por Turquía, atravesaría Bulgaria, Rumanía y Hungría hasta llegar a Austria donde se bifurca hacia la República Checa, Croacia, Eslovenia e Italia.
Este macroproyecto diversifica las rutas de suministro de gas en Europa, que como se dijo es dependiente de Rusia.
Pero en 2011 Irán llegó a varios acuerdos para el transporte de su propio gas a través de Irak y Siria, convirtiendo a Siria en el principal centro de almacenamiento y reproducción vinculada simultáneamente con la reserva del Líbano, plan que desconoce las propuestas de Proyecto Nabucco, supone una posición soberana de Irán y desplazaría a Turquía como principal centro de almacenamiento y reproducción según lo planeado en el Proyecto Nabucco.
Siria es, entonces, la joya de la corona en esta cruenta lucha por el dominio de una región geopolítica y geoeconómicamente claves para la seguridad energética, principalmente de la vieja Europa.
Lucha que ha dejado terribles secuelas para el pueblo sirio, y aunque las cifras no son exactas y difieren según las fuentes, el Centro Sirio de Investigación en Políticas estima el número de muertos en más de 500.000; el alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR, califica el éxodo de la población siria en uno de los mayores en la historia reciente del mundo, más de 5 millones de personas.
Los recientes bombardeos de Estados Unidos, Reino Unido y Francia a ubicaciones sirias estratégicas y los ataques con misiles por parte de Israel a posiciones iraníes dentro de Siria, son una muestra más de la difícil situación que ronda los límites del abismo hacia una confrontación escalada entre grandes potencias, involucrando países con armas nucleares. En medio de todo esto está la incapacidad de las Naciones Unidas para cumplir con su misión para preservar la paz.
La sociedad civil del mundo que goza de la paz y lucha por ella debería emprender un movimiento para frenar esta escalada militarista y forzar a las partes a llegar a acuerdos que acaben con el desangre de un pueblo que sólo busca la democracia y la paz para sus hijos.
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* Economista, Magíster en economía, Magíster en ciencia política y candidato a doctor. Profesor de posgrados en la Facultad de Relaciones Internacionales, Estrategia y Seguridad de la Universidad Militar Nueva Granada. Las opiniones expresadas son de exclusiva responsabilidad de su autor y no compromete a las instituciones a las que está vinculado.
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