Children of men

(Alfonso Cuarón, 2006)

Por Juan Carlos Carvajal

Agosto, 2021

 

 

Los hijos de los hombres es una odisea vertiginosa, como es la vida misma, cuando se encuentra inmersa en tiempos convulsos y de guerra. Por esa razón, con evidente maestría, su director Alfonso Cuarón, decidió utilizar tantos planos largos, maravillosamente sincronizados, para contarla, y que fuera lo más vital posible de manera que el espectador no tenga posibilidad de escapar de ella, pues como bien lo pensó el teórico André Bazin, el plano secuencia permite, al apropiarse del mismo tiempo de la realidad, representarla de mejor manera.  

 

La premisa de la película no puede ser menos ingeniosa: los niños han desaparecido y el ser más joven sobre el planeta, de 18 años, acaba de ser asesinado. Desde este punto de inicio y prácticamente sin descanso, la película nos conduce a través de los ojos de Theo, a un clásico viaje del héroe, totalmente imbuido en angustia y desesperación. El mundo ha colapsado y solamente Inglaterra, en apariencia, se sostiene como el único país que logra sostener su integridad. No obstante, el país se encuentra dividido por el odio y la marginación a todos los inmigrantes ilegales que quieren entrar al “paraíso”, también perdido. 

 

 

Cuarón nos dibuja un futuro nada distante, en el 2027, gris, melancólico, lleno de una tecnología que parece ya arcaica. Las escuelas, totalmente abandonadas, con sus vidrios rotos, rememoran con nostalgia los tiempos en que las voces de los niños daban color a la vida. En uno de sus planos, de más de 10 minutos memorables de duración sin corte alguno, el llanto de un bebé parece detener el estrépito de la guerra y el tiempo mismo, ante la contemplación de todas las personas del milagro de la vida. Todos, víctimas y victimarios, nativos e inmigrantes, blancos y negros, se doblegan ante el renacer de la nueva esperanza y como espectadores, también nos vemos inmersos ante la visión que se encumbra en lo sublime.  

 

 

Al terminar el trágico viaje de Theo, en el que la vida lo redime de su también gris monotonía, el título sobre fondo negro “Children of men”, nos otorga el merecido descanso a la angustia. Y de nuevo, la realidad del país nos abre esa pantalla macabra, en la que ignoramos cuántos jóvenes serán arrebatados por una muerte violenta. También, solo queda la esperanza de aguardar que la vida nos ofrezca uno de sus resplandecientes destellos, suficiente para detener la guerra, aunque sea por un momento.