La maldición chinaskita

Por Katherine Gerena Bermúdez

Agosto, 2020

“(…) Ahí sentado, bebiendo, consideré la idea del suicidio pero sentí un extraño cariño por mi cuerpo, por mi vida. A pesar de sus cicatrices y marcas, me pertenecían. Me miraría en el espejo del armario y sonriendo, burlonamente, diría: ‘si te vas a ir de esta vida, puedes llevarte a ocho, diez o veinte contigo…” –La senda del perdedor.

Peleas, alcohol, acné, mujeres, carreras de caballos, comida para gatos, prostitutas, tabaco y una incomprensible tristeza era parte de todo lo que describió Charles Bukowski; el anti-héroe, en vida: uno de los escritores y poetas más influyentes del realismo sucio de Estados Unidos.

Un 16 de agosto, cien años antes, se conoció del nacimiento de Chinaski (Heinrich Karl Bukowski) en la República de Weimar, referente absoluto de la literatura estadounidense contemporánea.

Bukowski era alemán, pero siempre perteneció a la ciudad de las estrellas, donde pasó la mayor parte de su vida –en sus obras el ambiente y la esencia de la ciudad de Los Ángeles, generó una atmósfera más allá de su lengua–. Lejos de ser un poeta maldito, la suerte nunca estuvo de su lado y su infancia estuvo permeada por los castigos como palabras de su padre; también por el contexto social y político que le rodeaba debido a su llegada en el territorio de los Estados Unidos: síndrome de la Gran Depresión y el fin de la Segunda Guerra Mundial. 

Los primeros trabajos conocidos de este viejo indecente fueron los de cronista como estudiante universitario inconcluso. Realizó en el periodismo sus primeros pinos narrativos. Sus cuentos y poemas que fueron publicados varios años después de haber sido escritos. En un momento, cuando nadie se esperaría que pudiese ser posible, Bukowski alcanzaría una fama tardía, a los 50 años, después de haberse dedicado a múltiples oficios en una oficina postal como a lo largo de su vida.

Las palabras de Henry Chinaski, alter ego que empleó en varios de sus escritos como El cartero y La senda del perdedor, se sienten como esos retazos de tela que venden a un precio muy barato –por no decir que regalado–: una persona que no encaja en el mundo, que se siente ajena a la sociedad, fuera de un lugar y lejos de su propia vida. Sus textos siempre se destacaron por una inevitable desgracia como producto de los golpes del simple acto de vivir, como una urgencia de hablar de esa realidad de la cual nadie se había atrevido a hablar, por ser totalmente directo dentro de sus frases y vocabulario empleado. Bukowski era el Antonie Doniel de su propia película tomando como referencia la obra prima de Les quatre cents coups de François Truffaut. 

Debido a la gran honestidad que enmarcaba la existencia de Bukowski en cada uno de sus relatos, muchísimos directores como productores de cine quisieron adaptar sus textos para la pantalla grande llevándose horribles experiencias en el intento; hay quienes dicen que Bukowski tiene una maldición innata, muy parecida a las maldiciones egipcias como la de Tutankamón: Marco Ferreri, Barbet Schroeder y Bent Hamer, son algunos de los nombres que han logrado sin éxito alguno algunas producciones filmográficas. Sin embargo, Bukowski tuvo su propia participación en el guion de la película más reconocida que se haya basado en su vida: Barfly.

 

A pesar de su literatura, con altas connotaciones de misoginia y un aspecto alcohólico que ha sido expuesto a la luz pública a razón de muchas personas, como ha sucedido con escritores estadounidenses: Hunter S. Thompson, William S. Burroughs o Henry Miller, el efecto brutalista chinaskiano ha trascendido los años y en la actualidad es más que común escuchar jóvenes que se sienten inspirados como perseguidos de esta prosa aguda que carece de adornos o rimbombancias al tener una ausencia del sentido de la vida. Mientras sigan existiendo las letras, tendremos mucho de qué seguir hablando. Un brindis por Bukowski en su cumpleaños número 100. 

 

¡La maldición chinaskita!