Alejandra Becerra

Por Redacción Editorial

Noviembre, 2022

 

Nacida en Bogotá Colombia en el año 1992 escritora de poemas publicados en la antología de Poetas de los 90,  nombrada en la revista Círculo de Poesía, participó  en el festival de poesía Ojo en la Tinta, el Poeta tiene la Palabra y Poemas de Resistencia.

 

 

 

Instrucciones para hacer una cruz 

 

Envuelva el cuerpo deseado, saque tierra y de a poco vaya dejando la vida en el vacío de las piedras. 

 

Para que los troncos sean recordados y los años que duren no se vayan por obra de los que sobreviven a la caída, riéguelos constantemente con saliva de las fosas. 

 

Con cuidado tome los pedazos de hierba que crecen a su alrededor y plante tres cuerpos más. 

 

Con las manos sumerja la quietud en el rostro y olvide que tiene conciencia, los raspones habrán hecho polvo las rodillas y plantado sobre las sogas un aliento crecerá donde la memoria desaparece. 

 

El silencio esa creencia de olvidar las palabras lentamente volverá raíces aquellos rostros que no decidieron ser suelo. 

 

 

 

Creencias

 

Edificamos las flores para formar la fragilidad de la tierra, creamos la muerte para sobrevivir en el mundo y vaciarnos sin encontrar el abismo, recorremos los pasos de los años en el cráneo de la historia y cercamos el fondo del camino para creer nuevamente en el cielo, entramos en otros cuerpos sembrando las semillas en raíces que no dan frutos, germinamos en el suelo y allí mismo arrastramos la respiración para creer que los muertos hablan el idioma del aire.

 

 

 

Historia de lo cotidiano

 

Llevamos el mundo en la ventana, por la calle imaginamos vidas, desayunos y   fragmentos de sueño en los cuerpos de unos extraños. 

 

Avanzamos y  todas las ruedas consumadas al pavimento recogen las huellas que el viento le deja a los caminos,  los rostros se quedan en los semáforos, la espera se encuentra en las monedas y  las  aceras se hacen nudo para envejecer de a paso en los ojos de quien sólo observa los escombros del tiempo. 

 

Corremos y un mundo desaparece, los cuadros del día conmueven la memoria y dejan a través de los segundos un aliento para sobrevivir en la sombra del aire. 

 

Corremos, ignoramos otros mundos y en la mano todos los lugares rehacen la miseria del hombre. 

 

 

 

La lluvia

 

Todos hablan de una lluvia, ninguno deja el silencio de la lluvia, el goteo de la lluvia, el renacer de la lluvia y la soledad de la lluvia en el instante cuando el agua desciende por los párpados y esa lluvia se convierte en todas las lluvias. Pasa por las calles y las sombras, por los sombreros que esconden los paraguas, por los zapatos de tacón que serpean  los arroyos. 

Ese rincón del cielo donde somos no humanos sino diluvio, no sudorosas estancias sino escombros de niebla surgidos en las extremidades hacia el vacío. 

 

Ese temblor de rayos tejidos en la humedad a cada rocío, ese inventar refugios para fortalecer las piletas en los arbustos frente a una inconstante de palabras donde el vapor no dice nada y la lluvia esa repetida lluvia que es de todos pero diferente que es de nadie pero moja las manos que es del instante y de los párpados se extiende, agoniza y muere en el silencio de todos sus cauces.  

 

 

 

Palabra y sombra

A Alejandra Pizarnik

 

Tartamudeando a la sombra de las palabras

imploro la belleza que me ha arrancado las sílabas

en la ingenuidad del rostro. 

 

Mezclo el sudor con el infierno que ha bebido 

el despojo de mi sepultura, diálogo con la muerte descendiendo 

a la marea de lo dicho cuando quebrado el insomnio

se arrastra la vida entre los ojos.

 

Miro la línea crisálida de mi soledad 

sin parpadear sobre las pisadas;

monedas de oro en el sueño descansan en esta

triste morada que yace en otros  bosques.

 

 

 

Retener la noche 

A José Saramago 

 

La noche cae y las hojas minimizan la cosecha de vacíos. 

Los ojos cierran el sueño y sólo el insomnio nos deja entre los escombros de la soledad. 

 

Entramos a la oscuridad con los dientes, y tiritando: las manos extienden el canto sobre la huida 

 

Fortalecemos las piernas  y la mirada aprovecha para entrar en los recuerdos del instante.

 

Permanecemos y ocultos en las sombras sembramos en el delirio la oración de cada día, entramos en los pasillos del silencio y con las palabras se termina el cauce de lo que creemos. 

 

 

 

Expreso

 

Todos buscan un expreso que recorra el fin del día, que pase en los lugares donde la memoria olvido poner las paradas al crear un nuevo vacío. 

 

 Todos esperan que pase que deje las temporadas de hambre, los labios recogidos al contorno de un cuerpo, la tibieza de las manos en busca de  zapatos en un lugar donde la cordura  se hace sudor de sábanas entre los harapos que no deciden ser sueño. 

 

Pero el expreso no pasa no llega se queda en las esquinas de todo instante y remueve las capas de los sucesos para prolongar en los ojos la sensación de ser por primera vez recuerdo.

 

 

 

Miseria

 

Los tejidos asían un cuerpo en medio de la noche las gotas que colgaban de las manos se deslizaban a la orilla del sueño y los instantes en medio de los vacíos se conjugaban para incrementar los rejados en la noche. 

 

La voz extraña del que no conoce el silencio busca entre los caminos un compañero que diga es extremo el frío la noche tiembla y nosotros aquí volveremos a casa sin un trozo de pan

 

Yo que respiro hallo en la fuente la vida duplicada en cenizas. 

 

Yo que valoro la muerte imploro que el hambre se aparte de estos pasos y olvide que nuestra infancia estuvo en sus manos. 

 

 

 

El árbol de tu muerte 

 

¿Dónde ha nacido la rama y la sombra que ahora acomoda mi cuerpo en el fondo de la tierra?  ¿Cuánto vacío de huesos soportará esta madera roída por la muerte? 

 

¿Habrá compartido muertos o soy el único que invadió su eternidad de sombra, de fruta, de tallo, de claro de bosque invadido con las sierras que cortaron su robusta inclinación de cielo?

 

¿Quién ha sembrado mi tumba y la de tantos que aún conservan el sueño de arroparse con la tierra?

 

 

 

Mercado de sombras 

A Jean Portante 

 

Entrar al alma y encontrar un mercado de sombras.

 

Salir del frio huyendo por donde se cumplen los temores para dejar el pasado en otro tiempo. 

 

Entrar en la mañana, registrar los pasos, las sillas viejas, las mesas gastadas y los visitantes de paso cubriendo de llanto cada cubierto. 

 

Salir, comerse los instantes de hambre en el aroma de los peses Perseguir el  calor húmedo de la mesera y  prolongar las sobras de todo comienzo.

 

Entrar y nunca despedirse. Entrar a cada abismo con un aleteo pausado Entrar en cada salida. Entrar por la ventana y salir por la vida. Entrar y nunca despedirse de la lluvia, pasar por los goteos de la niebla y desplazarse para salir al silencio de los pasos. 

 

Entrar Salir, ser el misterio del mundo vaciando el vuelo de los pájaros.